Apatía comunitaria, carta de madre con hijo autista
Mi hijo está llorando fuerte abajo en la sala. Yo estoy sentada en la cama. Se supone que lea para mi clase de la maestría. Desde que abrí los ojos me siento muy cansada.
Apenas veo un poco de luz en la mañana y el dolor de cabeza, de espalda, hombros y cintura me da la bienvenida a un nuevo día, otra vez.
Mi mamá sube con comida que preparó para que yo coma, la deja en el buró. Le digo que me dormí casi a las 4am de nuevo. Me dice “claro, te despertaste ayer hasta medio día. Se te va a voltear el sueño”.
El comentario parece que me molesta -hay veces que ya no distingo qué sentimiento tengo, no sé si es molestia, enojo, desesperación; y la mayoría de las veces no sé por qué lo siento-. Me duelen los ojos también.
Quiero seguir dormida pero no debo -y tampoco puedo conciliar el sueño porque el dolor constante y “leve” no me deja. Estoy como mareada.
Ayer le propuse a mi mamá ir hoy a cortarnos el pelo el niño, ella y yo. Cuando abrí los ojos ella ya estaba bañada y cambiada.
En la madrugada me di cuenta de que no tengo dinero -10 pesos en mi cuenta-. Pensé que mi mamá claro que pagaría lo de los tres, como paga todo lo que se necesita, doctores, medicinas, además de limpiar y cocinar para los tres.
Me angustia pensar que no puedo pagar mi corte de pelo, que tengo a mi mamá en un ambiente que quizá no le guste. Se acaba de jubilar, está bajo mucha presión por el dinero y encima tiene que cuidar una hija que parece estar de mal humor todo el tiempo, que se queja de dolor, de todo.
¿Cómo voy a decirle simplemente que no quiero ir a la estética?
¿Habrá considerado que el niño no puede esperar todo el tiempo a que nos corten el pelo y a ella se lo pinten?
¿O que cortarle el pelo al niño será una batalla cuerpo a cuerpo, que gritará sin parar y se retorcerá en la silla mientras yo trato de sujetarlo fuerte, aunque ya no sea suficiente?
¿Le cortaremos el pelo primero al niño y luego a nosotras o al revés?
En cualquier orden será imposible que lo logremos. Si es antes, ¿quién se hará cargo del niño histérico mientras nos cortan el pelo a nosotras? Si es después, ¿cómo haremos para prevenir o tratar de prevenir que se ponga furioso de estar esperando, mientras corre por todo el salón e intenta agarrar tijeras, objetos y productos, mientras las dependientas le hablan sin que él responda?
Cortarle cabello causa mucho estrés
Nosotras estaremos tratando de hablarle a él también, mientras justificamos que no habla y explicamos que tiene autismo.
Cuando le dices a las personas que “tiene autismo” o que “es autista”, parece que no lo entienden, siguen tratando de hablarle o decirle que no haga tal cosa.
Le dije a mi mamá muy brevemente que el niño no nos dejaría cortarnos el pelo. Para evitar hablar mucho sobre el tema -me sigue doliendo la cabeza, la espalda- solo le dije que mejor fuera ella sola y yo cuidaba mientras al niño.
Como quisiera poder ir a cortarme el pelo, quizá eso me haría sentir renovada. Ella asiente.
Baja e intenta irse, me grita desde abajo preguntando si puedo ir a cerrar la puerta después de que se vaya -así el niño no sale corriendo y se escapa sin que yo me de cuenta, como ya ha hecho otras veces, la última de la cual corrió descalzo de noche mientras yo daba clase y sin que yo lo viera, los vecinos vinieron corriendo a avisarme que mi hijo estaba corriendo cerca de la avenida en medio de la oscuridad, lloré mucho de miedo y desesperación ese día.
Bajé a cerrar la puerta, pero el niño comenzó a tomar sus cosas y alistarse para salir después de ver a mi mamá preparándose para salir -tomó su bolso-. Mi mamá dice que mejor lo llevará al Oxxo a comprar algo para que se distraiga y lo traerá de vuelta para poder irse.
En el inter, yo me quejé de la casa desordenada y sucia, desesperada porque hay una enorme caja de cartón –enorme– en mitad de la sala, llena de juguetes desordenados y pelos del perro -dos días antes acababa de ordenar y acomodar casi todos sus juguetes, no duró ni 12 horas-.
Se van los dos al Oxxo. El gato maúlla gritando. El sonido de sus maullidos me molesta -de nuevo, no sé si es molestia o enojo, ni tampoco sé por qué-. Salgo a la cochera y veo con desesperación que el pasto sigue secándose.
Me decido a regarlo antes de que salga el sol a continuar quemándolo. Mi mamá sigue arriba del coche encendido con el niño, pero no se van.
Me acerco a preguntarle a donde irá a cortarse el pelo -ya pensé que, si intenta ir a la estética de la colonia, quizá le digan que no hay espacio y entonces ella habrá hecho todos estos malabares para lograr irse sola, sin éxito, la devolverán a casa-.
Me paro en su ventana, le digo dos veces “má”, no escucha, le digo una tercera vez más fuerte “¡má!”, ella voltea y da un brinco de susto -estaba leyendo algo en su teléfono-.
Le hago la pregunta, dice que va a la estética suya de siempre, me hago consciente de que tardará varias horas ahí. Al menos ahí sí la atenderán con seguridad y todo esto habrá valido la pena. Se van los dos al Oxxo.
Yo termino de regar mientras estoy pensando aún que me duele mucho la cabeza, los ojos y la espalda. El pasto tiene hierba mala, debería haber ido ya a comprar tierra para arreglarlo, se sigue secando por mi negligencia de no ir a comprar lo que se necesita.
Deber dinero y tiempo, otro estrés
Recuerdo que tengo 10.00 pesos en mi cuenta, la tierra cuesta 60.00. También recuerdo repentinamente que debo varios miles de pesos en mis tarjetas bancarias.
De hecho, me acuerdo también del sobre que trajo mi mamá de su casa, tiene mi nombre. Intuyo que es del banco diciendo algo sobre que tengo meses sin pagar. ¡Me da mucha angustia todo! Siento ganas de llorar, sigo sin saber si de enojo o tristeza.
Entro a la casa, el gato sigue maullando. ¿Le doy de comer primero, lo saco al baño o pongo la cafetera? Mi mamá ha insistido en los últimos días que no debo tomar café, me hace mal en mi estado.
Quizá tenga razón, pero siento que “lo necesito”. Me siento muy mareada, quisiera ir a acostarme, pero el gato sigue maullando. Pongo la cafetera primero para atender al gato mientras se hace el café.
En el inter ya le grité al gato dos o tres veces que se calle. El sonido de sus maullidos es insoportable, aunque no entienda por qué. Saco al gato al baño, mientras hace sus cosas de gato, yo lleno un balde con agua para regar mis plantas -también se están secando.
Debo impedirlo porque gasté un poco de dinero a pesar de tener deudas, con tal de ver mi casa bonita, quizá así me sentía mejor de ánimo-. Ahora darles de comer al gato y al perro.
Observó que mi mamá sacó sus platos al patio, donde están mis plantas que debo proteger de sus mordiscos. Intuyo que a ella le disgusta tener los platos de las mascotas dentro de la casa. Pero estoy muy mareada y adolorida, necesito hacer todo eficiente, cada decisión y cada acción. Meto los platos.
Mientras el perro y el gato comen, recuerdo que beberán agua y tirarán gotas que van a manchar el piso. Yo no estaré al lado para secarlo inmediatamente, antes de que el piso de esta casa nueva y bonita se manche definitivamente. Preparo mi café.
Mi mamá había preguntado antes si tomé las medicinas ya y le dije que no con un tono seco -no estaba enojada, estaba adolorida e irritable en general-. Subo al cuarto con mi café pensando en hacer lo que me causa placer en los últimos días: leer y escribir, prepararme para mi clase de la maestría.
Pero mi mamá está regresando con el niño. Apenas había acomodado mi espalda en la cama, con la computadora en una mesa auxiliar, cuando mi mamá abre la puerta y grita algún mensaje que no entiendo –“¿qué? No te escucho.”-.
Ella vuelve a gritar algo, seguramente repitiendo. Yo sigo sin entenderle, me siento desesperada, intuyo con mucha certeza que necesita que yo baje a cerrar la puerta para que ella se pueda ir. No me repite lo que dijo antes. Me siento molesta.
Creo que es porque apenas me había acostado y no quiero moverme. No es flojera, es que me duele todo, cada minuto que avanza siento el dolor recorriéndose poco a poco, ahora ya me duele el cuello también, lo siento apretado desde hace casi dos semanas.
Sé que ella necesita que yo baje, pero quiero quedarme unos segundos más quieta hasta que me vuelva a hablar. Ya no me habla, solo dice algo que parece ser –“¡Ya me voy!”. Se escucha la puerta cerrarse.
Tengo de pronto muchas sensaciones al mismo tiempo, no logro identificarlas, pero me siento muy irritada. Me siento culpable, el niño se quedará allí abajo solo en las siguientes horas.
No bajo porque el sillón al lado de él es muy incomodo para mi espalda, además de que el niño hace muchos ruiditos -que me parecen tiernos, me recuerdan que “él” es mi hijo y él es “así”- y ahora mismo los ruidos me molestan, creo que me provocan dolor, no estoy segura.
¿Por qué estoy escribiendo esto? Pierdo tiempo que podría usar para dormir -ah, no debo, el niño no puede quedarse sin la mínima vigilancia que puedo darle desde mi cama, escuchando qué hace-. Creo que escribo porque me hace sentir mejor. No, no lo sé.
Ahora siento un nudo en la garganta, tengo ganas de llorar. Vuelvo a pensar que quizá no debería escribir sobre esto, quizá me remueve la insatisfacción y frustración de no poder quitarme el dolor.
Recuerdo súbitamente que mi mamá dijo “te despertaste tarde, se te va a voltear el sueño”. Pienso: “no, no estoy así porque se me voltea el sueño”.
Recuerdo que sufro muchísimo para dormir, para conciliar el sueño y mantenerlo. Incluso en los días en que me arden los ojos de cansancio y tengo muchas ganas de dormir, no logro dormirme.
Paso horas, 4 o 6 horas tratando de dormir hasta que me resigno y “me dejo ir”, decido estar despierta hasta que mi cuerpo no aguante. Por eso termino durmiéndome hasta las 4, 5 o 6 de la mañana.
Mi mamá está yéndose, el niño grita y llora abajo, es porque ve que ella se va. ¿Bajo? Es que me duele mucho la espalda y el cuello. ¿Qué tal si no logro ayudar al niño y lo único que saco es desesperarme con el ruido de su llanto y me pongo peor? Sé que, si comienzo a llorar, corro el riesgo de “tener un episodio” -así lo llamo, porque no sé qué es lo que me pasa.
No, no es que no haya buscado ayuda, pero no quiero explicarles, me molesta tener que contarles todo lo que he hecho en los últimos dos años para entender qué me sucede y cómo controlarlo – ¿tengo que contarlo de nuevo, todo, otra vez?-.
Mi mamá ya se fue. Después de 15 o 20 minutos de gritos, el niño se calmó. Claro, se me ocurrió reproducir “Masha y el Oso” desde mi celular y enviar la señal a la TV de la sala. Creo que eso ayudó.
Daña romantizar el maternaje
¿Cómo es posible que una mamá no atienda a su hijo cuando llora? Tantas amigas cuentan historias romantizadas sobre lo difícil que es la crianza de sus hijas/os, pero ellas continúan luchando por tener una “crianza respetuosa”.
Pienso en mis pensamientos cuando estaba embarazada: iba a leer mucho, iba a convertirme en una madre responsable, amorosa y cuidadora de su bebé.
Pero ahora recuerdo el autismo. Iba a escribirles que nunca había escuchado a mi hijo decirme “mamá”, pero una vez lo hizo. O quizá eso quería entender yo: “me”, “ma”, “maaaeee…”.
Pensar en el autismo me causa mucha tristeza y dolor. Me molesta pensar que ustedes pensarán que “el autismo es malo”, quizá se molesten y piensen “¿por qué estoy leyendo a esta mujer que se queja incluso de lo que potencialmente piense yo al leerla?”.
Pienso de nuevo la razón de estar escribiendo esto o si es bueno o malo para mí. Pienso en publicarlo en redes sociales. No sé si para desahogarme, no sé si para crear conciencia en ustedes.
Quizá solo soy una de esas personas que busca atención de los demás. Pero la verdad es que no lo creo. Quienes me conocen saben que, si hay algo que no necesito, es la atención de las personas -soy media antisocial-.
Normalmente me incomodan, me siento peor cuando tengo que hablar, articular las palabras con la boca y contarle todo lo que me pasa a cada una de las personas que con amor me escribe o me llama para preguntarme si pueden ayudarme en algo.
Me angustia el proceso de contarles qué me pasa. Es más, recuerdo que me causa malestar físico intenso hablar de esto.
Lo acabo de recordar porque ahora mismo comienzo a sentir hormigueo en mi cuerpo, especialmente en mi cabeza y una sensación de vacío-dolor en mi estómago. Debo cambiar de tema, porque me da miedo desencadenar un “episodio”.
Descubrir la epilepsia después de parir
¿Y ahora? Tengo cuatro páginas escritas. ¿Para qué escribí esto? Siento que me relajé como para conciliar el sueño ahora mismo. ¡Cómo quisiera dormir! Pero no debo, el niño sigue abajo.
Escucho los mordisquitos que da a la comida y siento ternura. También creo que siento culpa, por no estar con él, por no haber resuelto ya una rutina para él, ir a la escuela o a terapia, permitirle relajarse y tener actividades propias.
El hormigueo en la cabeza viene de nuevo. Lo escribo deseando que al hacerlo abra una especie de puerta para dejar salir lo que creo que es “ansiedad”. Odio esa palabra.
La gente piensa que tengo “ataques de ansiedad”. Muchas personas conocidas han tenido esas “crisis”. Me molesta mucho. No tengo ansiedad.
He tomado tantas pastillas, cápsulas, suspensiones e inclusive inyecciones en las últimas semanas. Luché con todas mis fuerzas para ser ayudada, yo busqué la ayuda.
De nuevo siento mucho coraje, esto sí es coraje, sí logro identificarlo.
Cuando he pedido ayuda concreta, específica, las personas no me han ayudado de todo – ¿deberé escribir esto y publicarlo? ¿qué tal si las personas se enojan conmigo? ¿me importa si se enojan? Creo que sí, me da miedo que después no me ayuden absolutamente para nada-.
Mi cabeza se siente tan llena de aire en este instante que quisiera darme la vuelta en la cama y dormirme. El niño sigue abajo. Yo “tengo” que prepararme para mi clase de la maestría. Seguro están pensando ahora mismo “debería dejar la maestría, es por su salud”.
Lo he dicho antes, pero quizá no lo entienden porque no son yo: leer y escribir, participar en clase, preguntarme cosas hasta encontrar la respuesta, en conclusión, aprender es una experiencia personal que me causa profunda felicidad, sublime.
Sin alternativas ante futuro retador
¿Por qué quieren que la deje? Ah, recordé que debo buscar más becas, si no lo logro puedo perder la posibilidad de continuar mis estudios.
Ya tengo una maestría. Estudio por placer, absoluto placer, satisfacción, felicidad, gozo. Si dejo la maestría en los siguientes días, como me dicen que haga, seguro será por el estrés que me causa la incertidumbre de si continuaré o no.
¿Por qué una persona que experimenta esta situación en la que estoy debe dejar la única cosa que con certeza le causa felicidad?
Bueno, así hay muchas personas que me dicen que debo dejar o disminuir el número de asignaturas que imparto.
En los últimos dos años enseñaba 8 o 9 asignaturas por semestre. Así podía cubrir los gastos y vivir relativamente tranquila. En noviembre todo se complicó. Ya no podía trabajar tantas horas.
Sabía que era inevitable renunciar. La gente decía lo mismo. Pero ¿con qué pagaría mis gastos? “Debes disminuir tu carga hasta que mejores. Tu salud es primero”.
En parte estoy así porque me obligué a trabajar muchas muchísimas horas, desde las 9am hasta las 10pm. Sin parar para comer. La gente se sorprendía por el peso que perdí. ¿Sabían que hay quienes dijeron que criar a un niño con autismo provocaba el tipo de estrés e intensidad inclusive mayor a la de soldados en combate durante la guerra?
No se alarmen por lo siguiente, habría que dejar los tabús y comenzar a hablar de ello –“lo personal es político”-: ¿saben cuántas madres y padres de niñez con autismo son víctimas del suicidio?
Te sugerimos leer Apatía al suicidio: una silenciosa violencia de género
Aprender a ayudar
A veces me preguntan cómo me pueden ayudar. Personas queridas y cercanas a mí. ¿Saben? He pensado que hay dos niveles de ayuda.
El primero es quizá apoyar con cosas puntuales, recoger o llevar a Emir a la guardería (una sola ocasión ya hace muchísima diferencia), apoyarme a llevarme al médico a mí cuando mi mamá esté desbordada con el niño y conmigo misma.
Ayudar a ir a las farmacias, ayudarme a limpiar mi casa algún día, aunque no sepas limpiar -yo tampoco sé-, eso me ayuda muchísimo con la ansiedad, no importa si es una vez al año; ayudar a pasear a Emir una hora o media -ver a mi hijo aburrido o en crisis por no tener algo que hacer me causa mucha angustia y a él lo hace sufrir-.
También a veces necesito –necesito– hablar con alguien, pero creo que esta es una recomendación dada habitualmente sin contexto-.
A veces, para evitar o detener un “episodio” hablar de algo gracioso o altamente interesante para mí ayuda bastante. Algunos amigos me han llamado, a veces a horas de la madrugada, solo para hablar y ayudarme.
No sé si otras personas lo vivan igual, pero hablar sobre las dificultades de mi vida o generar ideas de cómo resolverlos es a veces mucho peor para mí. Otras veces sí que me ayuda hablar de eso.
Comienzo por intuir que depende del momento y el grado del “episodio” que tenga. Intuyo que sí debe haber herramientas de autoayuda en esos momentos, pero no quiero investigarlos ahora ni hablar de ello, estoy muy agotada mental y físicamente.
Es más, pienso: ¿cómo ayudarme si ni siquiera sé qué es lo que me pasa?
Hace una semana en un solo día tuve cuatro episodios. Antes y después de cada uno te duele el cuerpo muy fuerte y tardas horas en recuperarte. En la madrugada tuve un quinto.
Sentí que prácticamente me pasé unas 24 horas con dolor y episodios permanentes. Yo sola busqué muchas herramientas, he acudido a un sinfín de médicos, terapeutas.
Te sugerimos conocer Teoría de la mujer enferma
Y aquí viene la segunda forma de ayudar, que para mí es la más importante: no pienses que mi situación es por mis circunstancias particulares de vida.
Mírame con ojos bien abiertos y, como decía un viejo amigo: “ve el bosque completo, no solo el tronco de un árbol”. ¿Por qué te digo esto? Porque dedicarme a buscar soluciones para todos y cada uno de los problemas que tengo al mismo tiempo es materialmente imposible (y al no atenderlos y agravarse, los médicos, enfermeras, amistades, familia, creen que “es que eso es prioridad y es mejor que lo atiendas pronto para evitar que después te sientas peor”.
El asunto es que solo yo sé que tengo demasiadas prioridades, de verdad impostergables, no creas que estoy deprimida y por eso se me viene el mundo encima).
Ayuda concreta: haz algo, se agente. Infórmate sobre el sistema o estructura, organización social, de cuidados que tenemos como sociedad.
En esa sociedad donde sabes que no puedes ayudarme mucho, aunque quisieras, porque me quieres, no existe una organización colectiva que pueda soportar -de support, no de ayuda, porque ayudar a alguien es una acción no obligatoria y caritativa, y las familias no tradicionales o que viven la discapacidad necesitan un sistema de support, no de “ayuda”-.
Asumir que la sociedad descapacita más
Podrías escribir un email a legisladoras/es preguntando qué medidas y políticas se han adoptado, se planean adoptar, para compatibilizar la vida “privada” y la pública, quizá inclusive cosas más concretas: ¿qué instituciones públicas existen para atender el autismo, la salud mental, los derechos laborales, el derecho a la vivienda…?
Es decir, me haría sentir extremadamente bien pensar que mis personas queridas exigen o preguntan sobre cómo las instituciones sociales se están encargando de atender las causas de la situación en la que me encuentro.
Un email con “CCP” para mí sería tan profundamente “apoyante” -no existe esta palabra-.
Solo quisiera tener salud para poder trabajar y atender todas mis necesidades de manera autónoma, eso es libertad – ¿has leído a Amartya Sen?, te recomiendo mucho hacerlo, es revelador-.
Darme o prestarme dinero, pues imagino que ayudaría, pero en el mediano plazo sería una fuente más de angustia y estrés.
Te cambio cinco emails por dinero. Un correo electrónico. Crear conciencia: lo que me pasa no es resultado de unas circunstancias de vida particulares, sino de una falla sistemática en todas las instituciones sociales:
¿Sabías que mi hijo está en lista de espera en el Centro de Autismo del DIF Zapopan desde hace muchos meses, unos 6 -no menos, como 8 ¡Qué bien me hacen los memes y videos de Peña, de verdad!.
Estamos también en lista de espera para que le expidan al niño un certificado de discapacidad (su credencial).
A pesar de ser su derecho, hay 4 mil niños antes que él solo para la cita de entrevista. Eso es lo que dijeron por teléfono.
Si te dedicas al Derecho y nos conocimos así, estudiando, pensarás seguro en mil cosas que se pueden hacer con una demanda de amparo. Y si me conoces más, sabrás que soy una engreída y que me siento altamente competente para accionarlo y ganarlo. Pero. Pero mi cuerpo y mi mente no pueden ni siquiera ordenar mis pensamientos o identificar mis sentimientos.
Problematizar en colectivo
¿Cómo podría exigir judicialmente derechos relacionados con las terapias para el autismo, la escuela inclusiva para mi hijo con docentes capacitados, transporte público accesible y de calidad, garantía de acceso a medicamentos y doctores, tanto para mi hijo como para mí (me gasto aproximadamente 8 mil pesos mensuales en medicamentos y doctores, seguro más que eso.
¿Cómo podrían pedirme dejar de trabajar para recuperarme si eso implica no atender la salud de mi hijo, ya no digo la mía?).
“Estrategias para emprender acciones eficientes, el menor tiempo y energía posibles, pero efectivos, fructíferos”: sí, ya sé, a mí también se me han ocurrido muchas, y creo que muy buenas.
Proyectos para mis grupos de estudiantes, donde puedan practicar y aprender en situaciones reales, etc., etc. Pero eso también requiere mucho tiempo.
Mi cabeza me sigue doliendo. Coco, nuestra perrita, está llorando porque quiere ir al baño. Debo levantarme de la cama.
Creo que funcionó un poco, mi nudo emocional se siente más holgado. Te voy a enviar esta carta desordenada.
Quizá logre algo, aunque no sea para mí, quizá sirva para quienes van iniciando este camino. Quizá que tú sepas lo que pasa por mi mente en poco menos de una hora, te ayudará a comprender por qué mi problema no es “mucho estrés”, “crisis de ansiedad”, etcétera.
Por cierto, tengo un diagnóstico de epilepsia. Certero es que lo que me sucede no se “cura” con vacaciones de una semana.
Si me ves paseando en un parque, jugando con mi hijo, yendo a un concierto, no te dejes llevar por la impresión.
No creas que “ya se siente bien”, “ya debería trabajar como si nada le sucediera”.
El problema sigue ahí, no obliguemos a las personas en esta situación a permanecer tiradas en cama, llorando y gritando de dolor permanentemente para darles el beneficio de la duda de que no están sanas y requieren urgentemente ayuda (tengo una semana sufriendo “episodios” constantemente, ya la mayor afectación no es el agotamiento mental o emocional, sino el cuerpo sometido a tanto dolor).
Si te envié este pergamino, es seguramente porque eres una persona especial en mi vida. Discúlpame desde ya que quizá suene todo muy dramático.
¿Habrás llegado hasta aquí o cerrarías este libro a la mitad?
**Cinthia Ramírez es abogada egresada del ITESO, experta en derecho internacional. Ha laborado en varias organizaciones civiles la defensa de víctimas de violencia sexual en Guanajuato y casos en Jalisco de hostigamiento sexual en instituciones gubernamentales; pudo haber sido directora del CEPAD donde formó parte del área de litigio estratégico llevando casos emblemáticos.
Actualmente es profesora de asignatura (con menos derechos laborales que los basificados) bilingüe en el ITESO. Ha escrito a varias legisladoras abiertamente feministas pidiendo apoyo y ninguna ha respondido, ni porque en su momento trabajó para fortalecer el Partido Futuro.
Es el único perfil mexicano aceptado en el postgrado de Derecho Internacional de los Derechos Humanos y Derecho Humanitario por la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington, a donde no ha podido emigrar porque no cuenta con los recursos, apoyos institucionales y becas, para vivir con su hijo autista en un país donde considera hay más esperanza.
Foto: Fabricio Atilano. Fecha de publicación: 23 marzo 2022.
PERIMETRAL #PeriodismoParaUsarse, hace periodismo de investigación con enfoque de derechos huamnos; somos también una red de medios independientes que dan cobertura a la agenda social, política y cultural en el estado de Jalisco.