Caminar en helicóptero y querer gobernar

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Caminar en helicóptero y querer gobernar

Por: Jorge Ortíz. Foto: Co-laboratorio Urbano. Fecha: 19 septiembre, 2023

Caminar es la cosa más fácil pero también la más extraña del mundo, dice Rebecca Solnit.

Una actividad que para el conocimiento del territorio, implica el compromiso del cuerpo y la mente así como la honestidad de sus capacidades que en cada paso, se balancean al borde de la catástrofe y siempre está la caída para desafiar la seguridad de los erguidos, agrega la autora de Wanderlust. Una historia del caminar.

A lo largo de los capítulos de su libro, Solnit, indaga en la aparente facilidad y extrañeza ya mencionadas con preguntas:

¿Qué implica el caminar de día y qué el de noche? ¿Cambia el sentido si quien camina es mujer, o si lo hace en grupo? ¿Somos todos iguales mientras intentamos hacer algo tan natural como caminar?

¿Cómo se construyó el imaginario machista en el que las mujeres no caminan para ver, sino para ser vistas? ¿Cómo responde el cuerpo a la escisión de esta actividad en su valor utilitario y recreativo?

¿Qué lugares favorecen este ejercicio?

Respecto a esta última pregunta, la vida urbana invita a pensar sin mucha imaginación, en el espacio público. O, peor aún, en cómo está desaparición y retomo un que menciona Rebecca Solnit: simularlo sobre una caminadora para gimnasio.

Las calles no pueden ser bonitas

Pero atendamos el primer escenario por ser el menos privado y también el más conflictivo, la calle.

Ese espacio público que hasta hace poco se nombraba simplemente calle (calles, plazas y lugares abiertos), ahora cotiza en tanto sea concreción dócil de la opinión pública o instrumento de control político y negocios privados.

Es una construcción moral que sobrevuela el vacío entre edificios a llenar con las formas adecuadas de la economía capitalista, nos dice Manuel Delgado en El espacio público como ideología.

También calle es una ficción nominal, un eufemismo para llamar al suelo dispuesto a la especulación, el turismo y las demandas institucionales en materia de su propia legitimidad, como al disciplinamiento de los habitantes hasta fragmentar el territorio en una experiencia masiva de desafiliación política.

Un espacio teórico que con la retórica institucional se convierte espacio sensible, agrega Delgado.

En el control del espacio público los intereses de una clase dominante son expuestos como valores universales.

El ciudadanismo que describe Delgado, trabaja la necesidad de armonizar espacio público y el capitalismo pues urge a preservar el modelo de explotación desde la “paz social”.

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Por más que quiera ser blanqueada o se integre al vocabulario snob de los jóvenes élite al acusarse que les falta calle, Rebecca Solnit refiere lo aleatorio y en ocasiones inédito de la calle.

Todavía, dice, guarda un heredado paisaje del pensamiento de la insurrección que camina y siempre preocupa a la autoridad:

“La misma palabra calle tiene una resonancia sucia, ruda, que aúna lo bajo, lo común, lo erótico, lo peligroso, lo revolucionario (...) porque es en las calles donde la gente se transforma en pueblo y donde reside su poder."

Rebecca Solnit, autora de Wanderlust una historia del caminar.
Sadismo y codicia

Estos son los únicos fines comprensibles que pueden explicar las aspiraciones de un político para gobernar el hoy el cruel estado de Jalisco.

Antonio Miranda un arquitecto español, entiende la crematística como “el beneficio privado a base del saqueo público por quienes detentan el poder público al servicio del «Poder Financiero Mundial”.

Pero no todos son iguales aunque todos son peores y el actual alcalde de Guadalajara, con ínfulas de gobernador, ha mostrado entre sus particularidades la de hacer el ridículo como gesto de carisma autopercibida.

Al menor cuestionamiento apela a su complejo de virilidad, es decir: a la escuela de fanfarronería en la que nos criamos los hombres heterosexuales.

Así, el discurso público ha extraído cuantiosas perlas del muladar de su lengua, cada quien recordará alguna o varias, yo pongo este ejemplo:

En la Cumbre Internacional del Hábitat de América Latina y el Caribe, le preguntaron qué estaba haciendo su administración por el desarrollo sostenible.

Apuntó la pregunta y contestó lo que le dio su gana.

Habló de la trasferencia de derechos entre fincas (cesión de “excedentes desaprovechados” en los coeficientes de utilización del suelo) para promover desarrollos inmobiliarios verticales.

Añadió que como medida contra el deterioro climático “para mitigar los efectos de gases invernadero (sic)”, había comprado patrullas eléctricas destinadas al “peatonalizado” centro de la ciudad.

Eso podría entenderse como ecofascismo, pero ese es otro tema.

Poder es controlar la calle

Un medio con boleto para estar en el segundo informe de gobierno, contó que al empezar el monólogo de falo, tiró una joyita de perogrullo:

“Un gobernante debe caminar la misma ciudad que caminan las personas. Se acabaron aquellos gobernantes encerrados en su oficina, en la comodidad, el cafecito o el aire acondicionado; se debe estar en la calle presente, escuchando a la gente y sobre todo solucionando sus problemas”.
Pablo Lemus, presidente municipal de Guadalajara.

Caminar también se hace como propaganda política, advierte Rebecca Solnit.

Pero eso no significa gobernar, incluso puede ser lo contrario al ejercicio del poder, como leemos en su Wanderlust:

“Caminar es, en este sentido, la antítesis de poseer. Postula una experiencia móvil, compartible, con las manos vacías, del territorio. Los nómades han sido usualmente molestos para el nacionalismo, porque su deambular dibuja y perfora las fronteras que definen las naciones; caminar hace lo mismo a una escala más pequeña, la de la propiedad privada.»

Un informe de teatralidad

Afuera del informe oficial que dio Lemus había vallas policiales.

Sobre la calle, había familiares de personas desaparecidas quienes todos los días caminan el contorno del abismo.

Se dieron cita para evidenciar que el único repoblamiento justo es el de su lucha: regresar al territorio urbano los rostros con las fichas de búsqueda pegadas en el espacio público.

Un repoblamiento simbólico y material.

Foto: Co-laboratorio Urbano. Durante el informe de Pablo Lemus hubo protestas de barrios y vecinas del centro, también de familias en búsqueda de personas desaparecidas.

Una búsqueda en vida obstaculizada frecuentemente por las autoridades.

Pero además, llevaron propuestas preventivas para que nadie más caiga en la desgracia también de caminar, caminar cuando toda la fuerza se consume buscando. Mientras, el Estado reía en su profunda fosa, parafraseando a la poeta María Baranda.

A la salida del evento, descontando a la gente que debió cumplir su asistencia forzada —tristemente, infancia incluida—, el cerco policial paró a las bellas almas de los verdugos como diría Rodolfo Walsh.

Vestidos con saco y pantalón azul (mi) rey, tenis y camisa blanca, llevaban en el pescuezo collar mitad hippie mitad perro.

Parecía que habían asistido a una convención de cosplay donde el personaje de moda a caracterizar era Pablo Lemus. Pero todo llega a su fin…y no hay helicópteros para todos.

Eran aquellos que gobiernan o aspiran a gobernar pero sin haber subido nunca a un camión del transporte público.

Salieron caminando, sí, pero como suelen hacerlo: seguros de sí mismos, en un movimiento sin experiencia, sin la apertura sincera al entorno, sin preocuparse de los prerrequisitos que enumera Rebecca Solnit para que caminar pueda ser un placer:

“Tener tiempo libre, un lugar a dónde ir y un cuerpo carente de enfermedades o restricciones sociales”. Porque todo eso lo tienen.

Aun así se les podía ver incómodos aunque altaneros. Simulaban bien algo parecido al miedo. Este caminar fue corto, apenas unos metros hasta la esquina de las avenidas 16 de septiembre con Niños Héroes.

Allí por la breve espera que les impuso su prótesis ciudadana, el automóvil-chofer, la incomodidad incrementó en franco pavor a la ciudad que creen mercancía suya, pero no saben ni desean habitarla.

Estaban entre las cuatro esquinas colapsadas por el cierre vial y filas de personas buscando cómo abordar las unidades de transporte público.

Caminar en helicóptero y querer gobernar

Cada medio de transporte en tanto es un adelanto tecnológico, ha generado un tipo de subjetividad nueva.

Si para Georg Simmel en el siglo XIX los ómnibus, ferrocarriles y tranvías permitieron el hecho de que los seres humanos pudieran incorporar a su normalidad el permanecer mirándose mutuamente durante horas sin dirigirse la palabra, para Murray Bookchin el automóvil es un medio de transporte masivo que se ha convertido en un estado psíquico que define al ser humano.

Mientras lamenta Rebecca Solnit que el ser peatón se ha vuelto motivo de sospecha y cada vez se reduce más el radio mental que uno está dispuesto a recorrer caminando, pensemos ¿Qué clase de sujeto puede producir el helicóptero en tanto es un dispositivo de aislamiento y carece de escucha por su propio ruido, además de la distancia que pone entre los pies al suelo?

La fotografía ha tenido como principal objetivo captar el momento excepcional. Por ejemplo los retratos a hombres de Estado incorporándose a la vida cotidiana en su motricidad bípeda, siempre debidamente escoltados, a punto de abordar un avión, entrando a un salón donde se espera la solemnidad de sus pasos o aparentemente solos, en los jardines blindados de sus casas de gobierno.

A Pablo Lemus nos lo podemos imaginar caminando, sí, pero del foro del Teatro Diana —prestado por su nuevo mejor amigo, Villanueva, el rector de la Universidad de Guadalajara— hacia los elevadores del Condominio Guadalajara hasta el último nivel del edificio, su helipuerto para huir.

Quizá sin saberlo, honrando la larga tradición de gobernantes en helicóptero escapando del pueblo al que presumían gobernar.

La diferencia es que la cobardía de aquellos marcó el final precipitado de sus mandatos, y en este caso, apunta el pretendido inicio de un hipotético gobierno.

Mal comienzo.

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