Graffiti (Timo) y la ciudad letrada

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Graffiti (Timo) y la ciudad letrada

Por: Antónimo. Foto: Cortesía. Fecha: 13/ Febrero /2023

“Sé que ha habido una discusión pública importante en torno al arte urbano que se ha instalado en la ciudad”, decía Pablo Lemus el año pasado en la ESARQ —con los arquitectos jet set Zaida Muxí y Josep Maria Montaner como paleros—, durante la primera presentación de las políticas de «repoblamiento” del centro histórico de Guadalajara.

Uno podría pensar que hacía acuse de recibo por las críticas respecto al presupuesto, imagen y favoritismos que generó el programa de arte urbano en el Gobierno Municipal de Guadalajara, en 2017.

Fue uno emprendido en la administración de Enrique Alfaro Ramírez como edil: Programa de Arte Público de Guadalajara. En ese se gastó: para un megabolígrafo dedicado a la libertad de expresión, 1.3 millones de pesos; 4.5 millones en el Árbol Adentro de José Fors, la macetota; 5.2 millones de la escultura Sincretismo, que tanto agravia a la Coatlicue.

Pero no, no se refería a eso. En la misma intervención el alcalde de Guadalajara presentó un proyecto para construir una plazoleta de alrededor de 40 millones de pesos con una nueva escultura de 40 metros de altura: un cagadero.

Porque —por muy barranganesco o anillo de compromiso—, ¿Qué es, sino eso, un palomar?

Un impuesto al excremento como el que antaño solían cobrar los reyezuelos, nos recuerda Bernard Rudofsky. Sólo que, como señala el historiador de la arquitectura vernácula, la función edilicia de los palomares era la recolección de abono para huertos y jardines en beneficio de la economía doméstica, y no un mero capricho con cargo al erario público.  

Arte urbano para quedar bien e imponer

Las esculturas tienen la facultad de detener el tiempo y este tema presente se parece demasiado al pasado próximo.

Resuena un 2017 en el que el hoy gobernador sentenciaba: “Pueden hacer lo que gusten, pueden hacer lo que quieran, nosotros vamos a seguir hacia adelante con el proyecto de arte urbano”. Y claro, las esculturas siguieron, siguen.

Aunque la retórica de Movimiento Ciudadano simule una política de ratificaciones con consultas sobre hechos consumados, el poder no pregunta, impone.

Al Estado no le importa tender lazos de proximidad, su naturaleza no es la contigüidad; la naturaleza de su autoridad es poner distancia.

El poder no tiene vecinos, porque no reconoce iguales, si acaso se rodea de expertos para legitimarse.

Cercar lo social a punta de esculturas

“La calle” es el lugar de moda en el paradigma de control espacial de la biopolítica moderna, su intervención significa antes que poner límites físicos de exclusión/reclusión, privilegiar la buena gestión de los flujos.

Se trata de un orden permeable: se materializa en la obra pública y despliega de manera coherente su modelo de dominación discreta.

Para nada es una renuncia al uso de la frontera, por el contrario, los muros materiales y simbólicos se multiplican, a veces como eufemismo visual de las inequidades normalizadas, e invaden un espacio público donde, cada vez más, el consenso es la aceptación de la violencia económica y política como vida cotidiana.

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La escultura de un fascista en miniatura es uno de esos muros simbólicos.

Por fortuna y no sólo los 8 de Marzo, Día Internacional de las Mujeres; el 28 de septiembre, Día Internacional por la Despenalización del Aborto; o el 25 de noviembre, Día Internacional por la Erradicación de la Violencia de Género -ejemplos muy bellos-, en esta ciudad la capacidad de indignación, de la mano de los feminismos, mujeres y disidencias en lucha, ha recuperado los muros para que sigan siendo la imprenta de los pueblos, como decía Rodolfo Walsh.

¿Patrimonio edificado o colonialidad?

Ángel Rama acuñó el término Ciudad Letrada para referirse a la resultante espacial de un proyecto de población ordenada por la Administración, la Iglesia y el Ejército en los territorios de América invadidos por las coronas española y portuguesa.

Para Rama en el centro de toda ciudad colonial había una ciudad letrada que operaba como anillo protector del poder, donde un grupo social, especializado en ordenar y administrar el universo de los signos, enseñaba el camino de la obediencia y el temor a la autoridad de la palabra escrita, los letrados organizaban las técnicas de sumisión.

Hoy, en nuestra ciudad feral, ese anillo protector neocolonial se ha desarrollado linealmente en un Paseo Literario —el más grande de América Latina, dicen—.

La ciudad letrada sigue siendo la escritura de las elites sobre cuerpos que no les representan más que fuerza de trabajo, consumidores precarizados y botines electorales.

Sea con esculturas o discursos, el poder tiene la facultad de ofrecer migajas como cultura y bien común, y mostrar sus excreciones como patrimonio público.

El mal chiste se cuenta solo. Sin mucho ingenio, la obra del bufón se asemeja peligrosamente al tirano.

En el año 2017 cuando fue el primer gobierno emecista en Guadalajara con Alfaro Ramírez, se estrenó la sátira del director sueco Ruben Östlund :The Square. La farsa del arte.

El ex presidente municipal Enrique Alfaro ya de gobernador de Jalisco, se apropia de Timo la exposición de escultura; al lado: Secretaria de Cultura, el autor y Pablo Lemus su compañero de fórmula actual edil de Guadalajara. Foto: Gobierno de Jalisco.

Y ‘Timo’ también podría ser sinónimo de farsa, de estafa, de robo.

Timo no es ególatra, «es común y corriente»: Secretaría de Cultura de Jalisco. Foto: Gobierno de Jalisco.
Timar al gremio artístico

Después de Marcel Duchamp, en el arte moderno la línea es muy delgada y las sospechas no sobran.

En el régimen estético del arte, dice el filosofo Jacques Rancière, la literatura es el recorte de la experiencia sensible que configura una forma específica de identificación, visibilidad e inteligibilidad sobre la escritura.

Es decir, la literatura es más un modo de leer que una forma de escribir. Por ello, Terry Eagleton remarca que todo puede llegar a ser literatura así como puede dejar de serlo.

Uno de los núcleos políticos de la estética para Rancière es precisamente la renegociación entre lo que es arte y lo que no es arte.

Los dueños de las letras nos endilgan cerámicas con versitos, no mucho más que oraciones al santo de las becas y los estímulos. Este inopinado espacio urbano pretende incluso que la poesía quede inscrita como publicidad de Estado.

Una literatura que no dice nada para la realidad de los que tomaron su clase de oratoria en medio de la asfixia, con una bota aplastándoles la garganta.

El graffiti tiene la gracia plebeya que guardan el pasquín, la diatriba, el líbelo, la arenga, el alegato político, el panfleto. Escrituras menores que parten de la experiencia de que las obras maestras tarde o temprano llegan a ser cómplices del poder.

Mientras las expectativas del graffiti Fine Art en Guadalajara sueñan con la manifestación de un Bansky original inédito; un plumón azul, fuera del circuito del arte y la rebeldía mercantilizada, demostró que, como soñaba Heiner Müller, es posible arrebatarle la literatura a la policía.

El graffiti es un género literario. Y, como sugiere el propio Ángel Rama, además de ser un arte de escribir, es un arte de pensar el espacio como desafío. Así lo asumió un plumón.

A las pocas horas de haberse inaugurado la obra escultórica, una joven geolocalizó la realidad en Jalisco con un graffiti.

En este caso, azul como la guitarra de Wallace Stevens que terca quería tocar las cosas como no son. Pero como pueden ser. Gracias por eso, compañera.

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PERIMETRAL #PeriodismoParaUsarse, hace periodismo de investigación con enfoque de derechos huamnos; somos también una red de medios independientes que dan cobertura a la agenda social, política y cultural en el estado de Jalisco.

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