28 de mayo 2004: «Lo que duele…» Memorias de la detención y tortura

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In memoriam, Luis González de Alba, Heberto Castillo. Para mis carnales Alejandro Zapa y Pepe Becerra

Lo que duele es recordar…

{Recuerdo a Luis, sus manos temblando aún de miedo, de ira, de impotencia. Una taza de café en la mano y doliéndole cualquiera de las vejaciones a las que fue sometido durante sus años de reclusión en la celda 54 de la crujía C en Lecumberri. Recuerdo al Inge Castillo en toda su generosa inteligencia, tratando de justificar la barbarie, también con una taza de café en las manos. Yo los vi. A mí nadie me lo cuenta}

Lo que duele es la putiza…

{En ninguna de las peleas en que me metí por gusto y por imbécil o por el imbécil gusto me habían golpeado tanto como ese día; ni a Zapa, ni a Pepe…}

Lo que duele es recordar…

(El 28 de mayo de 2004 fuimos sustraídos, abducidos por “elementos de seguridad” de la cantina Lido en pleno centro de Guadalajara, José Becerra, Alejandro Martínez y el que escribe; nos llevaron a las instalaciones de la “Dirección de Seguridad” de forma ilegal y arbitraria:

-Ahí está, tráiganme a ese cabrón- dijo el elemento policial a cargo al verme a la puerta del Lido.

Lo que siguió ya lo he dicho muchas veces: esposadas mis manos a la espalda, pasé por una valla de “elementos de seguridad” que, aprovechando el tenerme sujeto, se dieron el gusto de la vida golpeándome, pateándome, cacheteándome. Sólo atinaba a gritar entre chingazo y chingazo: “¡Suéltenme las manos, hijos de su puta madre! ¡Suéltenme y vámonos dando un tiro de cabrón a cabrón!”}

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Lo que duele es la culpa…

{“Tranquilo, Compa: ya estoy aquí… Tranquilo. Ya estoy aquí. Estamos juntos” me decía Zapa, acostado también boca abajo con las manos a la espalda; a unos pasos Pepe Becerra, puesto aparte, miraba a todos lados y a ninguno.

-¿Qué hiciste, Pato? ¿En qué pedo acabas de meter a estos cabrones?}

‘La risa es la que chinga’

{En medio de decenas de personas acostadas boca abajo, con las manos a la espalda, un muchachito de apenas veinte años pide el favor de ir al baño. Hago lo mismo. Nos llevan por literas a los lados y al fondo se ve el baño. “Ah, aquí estás”, dice otro elemento a cargo y el resto vuelve a hacer una valla. Paso entre ellos para una nueva putiza… De ida y vuelta. A la tercera ronda uno me detiene justo a la mitad del recorrido de un patadón en las corvas. Caigo hincado. Saca la pistola, corta cartucho, pone la escuadra en mi frente diciendo “Ahora sí ya te llevó la Chingada, cabrón”, jala el gatillo.

Aún ahora escucho el click del martillo golpeando al vacío y la risa del resto de los “elementos de seguridad”…}

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‘La risa es la que chinga’ (bis)

{Era una retrospectiva de José Ignacio Solórzano, JIS en el ex Convento del Carmen. Previo al corte del listón, estaba reunida la pandilla: Enrique Oroz, los hermanos Pulido, Erica Mercado, San Lalo Tecla Blues, Azucena Méndez, Mari y Chava Rodríguez.

El brazo ejecutor de ese 28 de mayo, Luis Carlos Nájera, deja atrás a su escolta a unos pasos sabiendo, creyéndose, a salvo entre creadores. Se acerca y saluda, mano a mano al corrillo. Al llegar mi turno, extiende una mano que no recibe la mía. Da un paso al frente, toma la solapa de mi saco, la hala levemente y acercando su cabeza a la mía, me dice:

-A’itraigo una orden de aprehensión en contra tuya-… y ríe…

-No le encuentro la gracia, Luis Carlos- le respondo de inmediato.

De la Méndez era de esperar, pero de los Rodríguez, Mari y Chava, nunca lo vi venir: “¡Vete mucho a chingar a tu madre, cabrón! Aquí nada tienes qué hacer” fue lo mínimo que le dijeron}

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La compasión es lo que duele…

{Amnistía Internacional se hizo cargo de nosotros. De Zapa y de mí. Ellos y otras muchas personas que nos mantuvieron ocultos para evitar las secuelas, la represalia. Finalmente un día declaramos ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Una relatora y una médica legista escucharon a Zapa. “¿Puedo tomar registro de sus lesiones?” preguntó la médico. Y Zapa se quitó la playera para mostrar los golpes recibidos. Luego me tocó a mí y me pidieron registrar las lesiones. Un poco sorprendidas, me vieron aflojar el cinturón y bajarme los pantalones. Más cuando me desnudé de cintura hacia arriba. Gire ciento ochenta grados. La médico agachó la cabeza, los ojos rasos, y murmuró con rabia, con ternura, con impotencia: “Esto no se vale” y me pidió un registro videográfico, de mis lesiones. Ese fue el primer momento en el que me dolieron los chingazos}

Lo que duele es la traición…

Nos volvimos mediáticos. La prensa nacional se hizo cargo de ello: fuimos prime time por unas oscuras razones que aún no alcanzo a descubrir. Pero mi Carmencita Aristegui no sólo nos ponía al aire sino que llamaba a diario en esos días de clandestinidad para saber cómo estábamos. No sé bien para dónde iba el golpe, pero López-Dóriga incluyó la nota en su nocturno. Y Carlos Loret de Mola nos utilizó, según me parece entender, porque ese reportero que creí mi amigo durante muchos años ya no es ni la sombra del que conocí. Siento que la prensa, esa prensa, as always, nos traicionó}

“Lo que duele es que no aprendes”

Río Blanco, Cananea, Tlatelolco, Acteal, Aguas Blancas, los 43 de Ayotzinapa, los 42 de Ocotlán…

Lo que duele es la omisión…

Sigo esperando, después de estos años, que Francisco Ramírez Acuña venga y se disculpe conmigo: lo dije al salir de la casa de seguridad: “No tengo por qué estarme escondiendo: no soy un criminal”. Ni Pepe ni Zapa ni yo hicimos nada.

Marchando atrás de la batucada hermosa de la UNAM me tocó hacer uso del altavoz y lo reconozco, sí arengué a las masas. Con dos “poemas” de mi autoría: ‘¡One, two, three: que chingue a su madre el PRI!” y “¡Three, two, one: que chingue a su madre el PAN!”. Y si alguien tiene un altavoz y lo quiere escuchar recio, lo vuelvo a decir o en lo corto también. Y si no saben en dónde estoy y quieren venir a acompañar el grito, pregunten a “las autoridades competentes”, que seguro que saben en dónde estoy… Y sigo siendo el mismo. Porque las cosas no han cambiado. Mientras esto siga así, aquí va a seguir estando el que escribe para seguir estando, siendo, gritando lo que grité ese 28 de mayo de 2004 que se repite tenazmente.

*Gustavo Adolfo Hernández Merino, El Pato, es poeta y escritor.

Foto: Natalia Fregoso. Fecha de publicación 28 de mayo 2021.

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