…Y también viceversa: No nos quedemos inmóviles al borde del país

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Pasó el primer año del gobierno de la 4T con muchas dificultades luego de sexenios de corrupción e impunidad, así como de crímenes traducidos en asesinatos y desapariciones de personas en todo el país; justo cuando la sociedad esperaba en el segundo año cambios estructurales en temas de justicia y economía, apareció el Covid-19.

Desde el inicio de la pandemia los resultados a 9 meses no podían ser peores.

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) nuestro país terminará el año con aproximadamente 6 millones de desempleados.

El 44% que se encuentra con empleo corre el riesgo de sufrir disminución en su salario y horario.

El 2 de diciembre el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en el Estudio sobre la Demografía de los Negocios se informó que más de 1 millón de micros, pequeñas y medianas empresas cerraron sus puertas.

A los 4 millones de jóvenes que se encuentran fuera del sistema educativo, se sumaron 2 millones 525 mil 330 alumnos de preescolar, primaria y secundaria que abandonaron la escuela, junto a 305 mil 89 universitarios en estos meses de pandemia.

Pese al confinamiento, el 2020 será el que mayor número de homicidios dolosos contabilice nuestro país si tomamos en consideración los 34 mil 582 asesinatos de 2019.

A las 4 mil 960 de personas desaparecidas de enero a octubre de 2020, se suman las más de 77 mil 171 oficialmente registradas según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas de la Secretaría de Gobernación.

Son ya 110 mil 874 muertes por coronavirus SAR CoV-2 hasta el 8 de diciembre y más de 1 millón 200 contagios: toda una tragedia para miles de familias y para el país entero.

Todo empeora

Sin duda la terrible crisis humanitaria que arrastramos por décadas empeoró con la emergencia sanitaria, se paralizaron muchas de las exigencias y reclamos que en todo México cobraban fuerza.

Las instituciones públicas prácticamente descansaron a sus empleados o laboraron desde casa con excepción de las relacionadas con la seguridad, la salud y algunos servicios estratégicos.

Las Fiscalías y Tribunales del país empeoraron en su desempeño. Ya había quedado acreditada su incapacidad para dar justicia, verdad y reparación a las víctimas y sus familiares.

La pandemia ha evidenciado las debilidades institucionales en todos los niveles de gobierno y creo que una parte importante de la población lo sabe y padece.

Pienso que estamos ante la gran oportunidad de reflexionar el modelo de país que queremos, desde las esferas gubernamentales, los sectores económicos, sociales, ambientales, educativos y culturales.

Impunidad: la anterior pandemia

La violencia extrema obedece a la inseguridad que genera la impunidad y el fracaso del Estado democrático, esto nadie lo niega ni puede continuar.

Las autoridades no están cumpliendo con los mandatos constitucionales y convencionales en materia de derechos humanos; es decir, en proteger, respetar, promover y garantizar los derechos a todas personas sin discriminación alguna.

Estamos en un punto de inflexión respecto al rumbo de nación que queremos y para ello se requiere actuar políticamente, una sociedad informada y solidaria con quienes el sistema económico ha sometido a la pobreza ancestral.

Comprometerse

Con quienes el modelo de “desarrollo” a obligado al desplazamiento involuntario de sus tierras y territorios como consecuencia de los complejos inmobiliarios y hoteleros cuyo “blanqueo” de capitales es el principal interés.

Solidarizarse con las víctimas de la desaparición de un ser querido, de los feminicidios y la violencia de género; con quienes se encuentran privadas de la libertad por delitos que solamente reconocieron por la tortura infringida por quienes se ostentan como “agentes del Estado».

No ignorar que hay miles de jóvenes “reclutados” forzadamente por la delincuencia organizada y que hay muchísimas personas que llevan el alimento a casa en medio de todas las precariedades.

En nuestra historia reciente hay muchos daños irreparables como consecuencia de la inacción social y la complicidad del estatus quo para que personas identificadas con el poder no pierdan sus privilegios.

Ya vamos muy tarde pero pensar en el país que le vamos a heredar a la niñez y las juventudes es lo que toca; es un intento que valdría la vida entera.

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Abogado, defensor de derechos humanos y profesor universitario.

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