Domingos de verdad
Hago memoria de los más recientes domingos de mi vida y me percato de no poder recordar exactamente cuándo fue el último domingo que descansé de verdad.
No solo por no trabajar, también hablo de relajar la mente, no pensar tanto en el tiempo, saber que hay pendientes y al mismo
tiempo, saber que no los haré hoy.
La ansiedad de ayer se tomó un descanso y me permitió dormir hasta que mi espalda me pidió levantarme; mi cabello me sugirió ir al parque a escribir.
Mi piel es tocada por esporádicas gotas de lluvia, me recuerdan el tiempo limitado que tengo para estar aquí afuera.
Parafraseando uno de tantos pensamientos zapatistas, traigo acá uno que me gusta mucho.
Ellxs dicen que existen tres tiempos: el primero es el tiempo
artificial, que son las horas, los minutos, las semanas, los años, las quincenas y toda aquella organización humana que nos obliga a adoptar una lógica; al profundizar nos encontraremos con algunos intereses políticos de por medio.
El segundo tiempo es el tiempo natural, que son las estaciones del
año, el latido del corazón, el ciclo del agua o del sueño.
El tercer tiempo es el tiempo necesario, es decir, lo que nos tome entender que el tiempo natural es el verdadero ritmo de la vida.
Derecho al ocio
Trato de recordarlo lo más posible, pero entre la ansiedad, las ambiciones y el capitalismo (supongo que algo tienen en común), se vuelve una práctica muy difícil de sostener coherente.
Aquí lees el artículo anterior de la autora Lo social de la psicología
No es fácil ir literalmente a tu ritmo cuando tu metabolismo también depende de las quincenas, si es que me puedo dar a entender.
¿Cuándo fue la última vez que me permití y me permitieron vivir en paz, sin gritos y con espacio para existir?
En el baúl de curiosidades de la psicología, nos topamos con la Psicología de Ocio, un campo de investigación que reconoce la importancia de dedicarle tiempo a nuestras vidas al no-trabajo.
El esparcimiento expande la creatividad, crea espacios para el diálogo horizontal y cooperativo. Incluso el aburrimiento se torna necesario, pues es ese punto en el que nos obligamos a crecer para encontrarle un sentido a la quietud, al Tiempo Necesario.
La calma viene después de la tormenta, pero digamos que ahora me
encuentro en el ojo del huracán, en una extraña calma rodeada de
tempestad.
Aún tengo muchas batallas que llorar antes de ser dueña de todos mis
domingos.
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Psicóloga, feminista y actriz.
