Bibliotecas: gastamos en lo que no creemos

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Bibliotecas: gastamos en lo que no creemos

Leer es un derecho y una necesidad, sí. Combatir el analfabetismo una obligación. El acceso a los libros una herramienta para la liberación de las mentes, si duda.

¿Pero las bibliotecas públicas son el eslabón estratégico para mejorar la práctica y liberación lectora? Definitivamente no.

Cuando digo que gastamos en lo que no creemos, no me refiero a lo que la gente de a pie hace por, para, desde una biblioteca.

Sino a los recursos, planes de desarrollo, planes de cultura o presupuestos etiquetados. Los funcionarios de la Red Estatal de Bibliotecas ¿sigue creyendo en el modelo pasivo de estos recintos?

Por lo menos al año -con o sin pandemia- hay un encuentro estatal de bibliotecas y en la Feria Internacional del Libro se hace un homenaje al bibliotecario del año, además de convivencias temáticas.

Sin embargo, estos recintos viven opacos, sin atracciones más que a las elites ya formadas en el hábito de la lectura o quienes buscan resaltar «su clase».

Tal es el caso de la Biblioteca Pública del Estado que antes servía como posibilidad en el oriente de Guadalajara, principalmente a familias de bajos recursos…

Y ahora es un exquisito edificio que complace los caprichos de la Universidad de Guadalajara y sus cúpulas cultísimas, pero en «de la Calzada para allá», se cerró la oferta.

Bienvenida a regañadientes

Veníamos de la ferretería y dijimos ¿por qué no? Son vacaciones, no hay plan, exploremos el barrio, hagamos comunidad. Atravesamos la calle y antes de pisar el primer escalón del recinto, que era obvio teníamos la intención de ingresar:

  • ¡A sus órdenes!
  • …vamos a biblioteca
  • ¡Se registra aquí!

Luego de esa aduana intimidante e incómoda que no incluyó un <<hola, bienvenidas, ¿es su primera vez? Por favor ¿podrían registrarse?>>, no supimos qué hacer.

No sabíamos si caminar al área grande y central del edificio o dábamos vuelta. 

Trabajadores iban y venían a nuestro lado como si no fuéramos visibles y menos visitantes.

Exploramos y después de pasar áreas de oficina, llegamos a los anaqueles de libros. 

Vimos toda la obra de Rodolfo Usigli y me di cuenta que en la Biblioteca Central, se adquirieron o se donaron, hasta cuatro ediciones distintas de Al filo del agua del ex gobernador de Jalisco Agustín Yáñez. De-to-tal-u-ti-li-dad sin duda.

Luego por fin apareció un letrero que decía área infantil.

Un mueble moderno de colores con libros para niñez son la fachada amable, pero que no se podían tocar, menos hojear.

Un par de niñas viendo un teléfono celular en los cojines, no sabía bien si estaban de usuarias o iban con alguien que trabajaba allí.

La persona que estaba en el escritorio del área infantil estaba muy apurada por sacar copias; nos comentó veloz «hay cursos de verano gratis».

Y luego pasamos a otro salón descolorido, que era otra mar de libros con etiquetado triple, sello uno, sello dos y tres códigos, por si a alguien se le antojaba robárselo.

Solas, mi hija y yo, volvimos a explorar entre los libros amarillentos y nos sentamos en las sillitas.

Conectar y organizarse

La experiencia más grata vino de Fátima, de ocho años, que ya sabía leer y comenzó a hacerle plática a Ollin.

<<Tú sígueme lo que vaya diciendo y con el dedo>> le indicó, para leer juntas La vida del gorila.

Luego jugaron a tomarse fotos, revisar más libros hasta hacerse amigas momentáneas.

Una hora después se había acabado el horizonte. Falta de juego no, pero las paredes del viejo edificio ya no tenían inventiva, los libros ya eran monótonos y no había más.

Lo divertido en la biblioteca fue ir por agua y explorar otros libros en estantes para adultos, mientras adultos visitantes veían series en sus computadoras, conectados a la wifi del espacio cultural.

¿Es culpa de la nómina?

Sin duda no. Las y los trabajadores basificados en el gobierno de Jalisco, han peleado con serias batallas el derecho al microondas, garrafón, locker, media hora de desayuno entre gavetas, vacaciones y materiales.

Es culpa que la política pública diseñada para recintos de cultura o el saber, que las bibliotecas alcancen solo para cuentacuentos vespertinos y actividades “especiales”.

La Biblioteca Central Profesor Ramón García Ruiz, en la calle González Ortega sin duda, se volvió un rincón seguro para las personas con discapacidad visual porque se podía leer e imprimir en braille.

Pero más allá de <<actividades especiales>> el oficio de bibliotecaria está en desuso, sin estímulos, proyección ¿ausente?.

Lo que resulta común y un asuntos poco trascendente para las autoridades en el Jalisco en llamas en que vivimos, es que un alto porcentaje de niñas y niñas son víctimas de abuso sexual y maltrato en casa.

Ahora en el periodo vacacional, un lugar seguro mientras vuelve mamá de trabajar, podrían ser las bibliotecas, para emanciparse o conectarse con otredades.

Te sugerimos leer Fandanguear, lo que le urge a la niñez

Y aunque de réplica me citen otros ejemplos fabulosos de espacios para la niñez, la realidad concreta del martes 19 de julio al medio día, en un recinto cultural que debería ser imán para infancia o adolescentes en el centro de Guadalajara, no resulta una opción popular.

La cartografía cultural podrá tener un puntero interesante de espacios recreativos y culturosos, pero ¿qué procesos detonan? ¿realmente cómo están garantizando los derechos culturales bajo el código lúdico, seguro y sensible para la niñez?

Los libros ya no son magia en el siglo XXI

Postrado en la cama de su despacho en el centro de la Ciudad de México,  Andrés Henestrosa me dijo un día que el apego a los libros nadie se lo enseñó ni heredó. Solo había descubierto que tenerlos y devorarlos al leerlos, le daba sentido a su vida.

En el siglo XIX sin estímulos ni complejidades de velocidad al transcurrir el tiempo, resultaba más que natural aspirar a dejar de ser pobre o vivir otra realidad, a través de los libros.

En términos clasistas como este México se ha distinguido, esa política pública de generar cientos de espacios inamovibles, bajo el sistema pedagógico bancario, le funciona a la generación bajo el mando. No a la niñez.

No si Tiktok es más divertido o buscar un vaso de agua le gana a los libros amarillentos y estáticos.

Menos, si es tu primera vez en la biblioteca y no llevas CURP, comprobante de domicilio junto a una copia del INE; si rompes el hielo y se te antoja llevar a casa la tecnología rara de un libro…no, esa magia deberá esperar al trámite burocrático.

Foto: Jade Ramírez. Fecha de publicación: 20 de julio 2022.

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Soy radialista, periodista autodidacta y defensora de derechos humanos.

Autora de Radiografía de la música callejera en 2001, mi iniciación al paisaje sonoro. Gané la Bienal Internacional de Radio en tres ocasiones: radio-arte, radio indigenista y en mesa de debate. Premio Internacional de Periodismo Rey de España en 2008; finalista en 2007 y 2009 del Premio Fundación Nuevo Periodismo por radiorreportajes sobre violaciones a los derechos humanos atravesados por el eje cultura.

Becaria de la Fundación PRENDE en la universidad Ibero y becaria Connectas. Oficial de Libertad de Expresión en la Red de Periodistas de a Pie de 2015 a 2021.

Soy radialista, periodista autodidacta y defensora de derechos humanos.

Autora de Radiografía de la música callejera en 2001, mi iniciación al paisaje sonoro. Gané la Bienal Internacional de Radio en tres ocasiones: radio-arte, radio indigenista y en mesa de debate. Premio Internacional de Periodismo Rey de España en 2008; finalista en 2007 y 2009 del Premio Fundación Nuevo Periodismo por radiorreportajes sobre violaciones a los derechos humanos atravesados por el eje cultura.

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