«Sacaron a las personas a punta de golpes»; testimonio de activista en sierra wixárika
El miércoles 22 de junio de 2022, hubo una balacera en San Andrés Cohamiata comunidad del municipio Mezquitic, al norte de Jalisco.
Con un video se denunciaba la balacera y la desaparición de profesores que habían sido llevados por un grupo criminal, a rumbo desconocido.
Desde entonces salieron altamente protegidos, cualquier tipo de personas de la sierra: estudiantes de la universidad jesuita ITESO, médicos, enfermeras, pero no así personal operativo de la Comisión Estatal Indígena.
También activistas que desarrollan proyectos productivos en la sierra wixárika, escoltados por la Guardia Nacional.
“Ellos te dicen nosotros nos vinimos aquí hace cientos de años a escondernos de la conquista, quisimos irnos al lugar más difícil, lo más escondido para que no nos encontraran y nos dejarán en paz, pero ya nos encontraron y aquí estamos en medio de muchas cosas y lo único que nosotros hacemos siempre es resistir y resistir”, retoma Estela* de lo que le cuentan integrantes de la comunidad.
Ella forma parte de un proyecto que desarrolla ropa tradicional y artesanal con comunidades de la región wixarika.
Según información que empezó a circular en redes sociales y versiones de la comunidad wixárika fue alrededor del 10 de junio que San Andrés Cohamiata y sus alrededores, se vieron amenazados por la incursión de grupos del crimen organizado.
Una amenaza en los caminos
Desde que inició la pandemia las carreteras hacia las comunidades indígenas del lado de Jalisco en Mezquitic, Huejúcar y Huejuquilla, se volvieron más peligrosas por la presencia de la delincuencia organizada, según los testimonios que hemos recorrido.
Quienes acostumbraban ir con frecuencia a la sierra, sabían del riesgo de ser secuestrados o incluso que les quitaran vehículos, pertenencias, y recibir amenazas. Los viajes a la sierra disminuyeron.
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Esthela se integró a la organización con la que trabaja actualmente en noviembre de 2022 y contó a Perimetral cómo le tocó “estrenar” el regreso a la sierra.
Describió que lo que hacen, «es planear más o menos la estructura de los viajes» y establecen comunicación con las comunidades para programar su llegada.
«Es cuando se abren los caminos, literal, no de manera alegórica por la presencia del narcotráfico”, confirmó Esthela.
Aunque los pueblos wixaritari siempre han sufrido por la falta de seguridad y atención de corporaciones policiacas, en las últimas semanas «esto recrudeció», dijo la activista.
Pueblos rehenes
Justo a mediados del mes pasado el equipo de Esthela planeaba realizar una campaña de salud en la sierra.
Pero dos días antes de subir les informaron que la situación en las carreteras se estaba poniendo más peligrosa y cancelaron.
“Nos avisaron que se habían instalado tres retenes de sicarios por la entrada de Huejuquilla y por el otro lado, por la entrada de Nayarit se puso un retén», explicó y entendieron que sí podían entrar y salir pero les advirtieron irse con cuidado.
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El equipo programó un viaje porque se habían comprometido a participar en una peregrinación al centro ceremonial Tseriakame y no querían cancelar su presencia, para sostener el vínculo de confianza.
Eligieron subir a San Andrés Cohamiata por la entrada de Nayarit donde efectivamente, se encontraron con un retén.
Al llegar allá se empezaron a enterar que estaban secuestrando camionetas de los wixaritari y habían entrado a algunas comunidades.
Decían que se estaban llevando jóvenes wixa de entre 18 y 30 años, hablaban de enfrentamientos.
“Todo fue un shock, a nosotros no nos pasó nada más allá de encontrarnos con los sicarios en el retén, pero fue un shock darnos cuenta de que la situación cada vez se recrudecía”
Testimonio de Esthela
El narco desalojando comunidades wixaritari
Por el asunto de la ceremonia de clausura, ellos transitaron entre varias comunidades cercanas a San Andrés.
Estando en la comunidad Cohamiata les tocó presenciar cómo ingresaban los grupos delictivos a las comunidades de forma amenazante a controlar la vida.
“Llegó un niño corriendo, venía de un lugar que se llama cebolletas, está mucho más cerca de San Andrés y nos dice <<acaban de sacar a todas las personas de las casas a golpes>>. El niño estaba súper asustado, se escapó de cebolletas en medio del conflicto y se fue corriendo, son mínimo cuatro horas caminando ese trayecto”.
Lo mismo ocurrió en otras comunidades como Cajones y San José, desde donde las familias tuvieron que desplazarse para mantenerse a salvo.
El privilegio de los mestizos
Mientras algunos wixárika rezaban para pedir que se calmaran las cosas, una avioneta subió a la comunidad de San Andrés Cohamiata.
Su objetivo era rescatar en medio del conflicto a un par de estudiantes del ITESO que hacían servicio social, y un grupo de personas también mestizas, que se encontraban en la zona de conflicto.
En las pequeñas zonas donde había luz eléctrica estaba intermitente, pero parecía intencional.
En las tiendas empezó a escasear, primero el agua después los alimentos frescos, las frutas, las verduras, cuando de por sí la vida en la región wixárika es muy cara.
“Nos quedamos a dormir esa noche en el campamento, pero sí se escuchaban los tiros estaban lejos, pero ahí por la montaña todo resuena y por los caminos y carreteras se veían largas filas de muchísimas camionetas”.
Testimonio de activista
El equipo de Esthela permaneció en la sierra cuatro días más.
En ese transcurso llegaron a la zona alrededor de 500 elementos de la Guardia Nacional y la Policía Federal.
Con la presencia de las corporaciones de seguridad pareciera que la calma había vuelto a la sierra, pero en la comunidad wixárika aún había preocupación.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos solicitó, a través de un comunicado, a los tres niveles de gobierno que intervinieran para salvaguardar la integridad de la comunidad wixárika.
El Gobierno del Estado de Jalisco a pesar de la gravedad de la situación, no ha dado un posicionamiento o iniciado un operativo; Enrique Alfaro Ramírez ha negado que existan retenes.
La sierra siempre se queda «allá»
Sigue con el relato la activista y se centra en el sentir de las personas de la comunidad que dicen <<nosotros pedimos el apoyo a las corporaciones pero al final se llevan a los mestizos y a nosotros nos dejan aquí>>.
Lo que también les preocupa a decir de Esthela, es que saben están entre «la espada y la pared» y temen represalias como se lo dijeron a ella: «los malos ya saben que nosotros fuimos los que pedimos que vinieran, entonces cuando se vayan se van a ir contra nosotros.»
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Lo último que ella supo es que se gestionó que se quedara una base militar en San Andrés Cohamiata para la protección de la comunidad wixárika.
Finalmente, Esthela y su equipo bajaron acompañados por un convoy de la Guardia Nacional, pero en el trayecto algo sucedió a medio camino que los abandonaron los militares y les tocó bajar solos hasta Guadalajara.
Esthela y su equipo están a la espera de que se actúe para poder volver y reconoció que aún está asimilando la experiencia.
“Estando allá estás en otro lugar, en una realidad muy cruda, ves de cara al lobo. Para mi fue también enfrentarme con la realidad de los privilegios que tenemos muchas personas”, concluyó.
*Esthela es un nombre ficticio; se conserva su identidad por temor a represalias.
Foto: Especial. Fecha de publicación: 1 de julio 2022
Periodista que recién incursiona en publicaciones independientes y en organizaciones civiles. Escribo gozosa para Perimetral.