Primera presidenta de México: de feminismos y riesgos de la ultraderecha
Por: Celia Magaña. Imagen: Braulio Ramírez. Fecha: 6 de mayo, 2024
1er acto: Dimensionando el tiempo político de las mujeres
Por primera vez en México una mujer ocupará la presidencia de la República. Habría que repetir más veces este hecho para no darlo por sentado; para no invisibilizarlo y no minimizarlo.
Y es que si tenemos en cuenta que desde 1822 –inicio del México independiente– hasta la fecha hemos tenido alrededor de 67 presidentes, todos hombres, no es un dato menor.
Han transcurrido 200 largos años de espera para que una mujer pueda ser presidenta de este país.
Recordemos que hace apenas 70 años las mujeres en México contamos con el derecho a votar y a ser electas. Así, sin duda resulta histórico que una grieta se vislumbre para que una mujer pueda -¡al fin!- acceder a ese nivel de toma de decisiones.
Efectivamente es alentador tener la posibilidad de contar con la primera presidenta en México, por lo que esto significa en cuanto a la representación simbólica y política, en particular para las generaciones actuales y futuras de niñas y jóvenas.
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Es innegable, que si esto ha sido posible es gracias a los movimientos feministas que, si bien han emergido masivamente desde 2019, como uno de los actores más relevantes en las muy desgastadas escenas políticas en México y en la región latinoamericana, son el fruto del continuum que al menos desde 1910 y 1916 se manifestaron en los primeros congresos feministas, en Buenos Aires, Argentina y en Mérida, Yucatán en México, respectivamente.
Sin embargo también habría que decir -sin demeritar un ápice lo que esto significa- que hay que tener precaución y no maximizar el hecho.
Ello de tal forma que se opaque lo que se juega detrás, es decir, el proyecto político-ideológico de quiénes son las candidatas.
2do acto: Ser feminista en tiempos electorales
Las feministas italianas de la diferencia, han planteado una reflexión crítica al interior de las universidades y con ello la existencia de al menos dos tableros políticos en dichas instituciones: uno, el del juego de las damas; y el otro, el del ajedrez.
El primero implica una lógica de construcción de vínculos de confianza y de libertad de movimientos entre mujeres.
En cambio, la lógica del ajedrez alude al poder patriarcal, desde el cual, cualquier movimiento feminista se lee como si fuese el movimiento de un peón, de un alfil o de una reina.
Uno de los principales problemas de la coexistencia de estos dos tableros es que se llega rápidamente a un diálogo de sordos, en donde el contenido del mensaje pasa a segundo plano, al ser reducido a “grilla”.
Esto explica la inteligibilidad de las denuncias de experiencias violentas de las mujeres en las instituciones, particularmente las del Estado, para las cuales, en última instancia, las mujeres y sus experiencias siguen siendo las eternas “otras”, las ajenas al ethos del poder.
Indiscutiblemente el planteamiento de las feministas de la diferencia, tiene el acierto de explicar por qué la mayoría de las denuncias sobre las múltiples formas de violencias en contra de las mujeres continúan siendo incomprendidas por la mayoría de las instituciones.
El esencialismo y la paridad de género
Una de las críticas evidentes a dichos feminismos es, ni duda cabe, el riesgo del esencialismo que pueden entrañar.
Es decir, si bien reconocemos el aporte que significa la distinción de estos dos tableros y lo que implican, también subrayamos que resulta problemático plantear que las mujeres, solo por ser mujeres, jugamos siempre (o deberíamos hacerlo) en clave de juego de damas.
Ante esto, y sobre todo en las coyunturas electorales, me surgen dos preguntas:
¿Ese juego del poder en términos de ajedrez es exclusivo de los hombres? Más aún, la segunda: ¿Debería serlo?
De entrada, ya vimos que la respuesta a la primera pregunta es negativa.
Esto es así porque en tiempos de comicios la capitalización de ser feminista está a la orden del día; y entra como un recurso estratégico que, desde una lógica de la realpolitik, resultaría absurdo -para la clase política- no aprovechar.
A nivel federal, la candidatura de Xóchitl Gálvez encarna perfectamente esta lógica.
A nivel estatal el caso de la elección de la candidata de MORENA en Puerto Vallarta, María de Jesús López Delgado, fue designada porque su esposo el actual alcalde Luis Alberto Michel no pudo reelegirse.
Este es otro triste ejemplo en ese mismo sentido (el de la capitalización política de ciertos feminismos).
Y, sin embargo, a pesar de este aprovechamiento político burdo en nombre de la paridad de género, respecto a la segunda pregunta, mi postura es que no, que ser mujeres no debería implicar necesariamente la renuncia obligada a moverse en el tablero de ajedrez.
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Los roles preestablecidos
No estamos restringidas al juego de damas. Pero lo que si es necesario tener claro es que acceder al juego del ajedrez no puede ser la meta última de los feminismos latinoamericanos.
Desde luego, ello puede ser un paso trascendental, pero no el fin último.
Porque desde este horizonte el trabajo comunitario basado en los vínculos entre mujeres y personas que cuidan la vida es la apuesta fundamental (juego de damas).
Además cuando observamos cuáles llegan a ser candidatas constatamos con la mirada interseccional, que las candidatas no son representativas ni de la diversidad de mujeres o los feminismos.
Es más, lo justo sería reconocer que se trata de perfiles de mujeres privilegiadas de acuerdo con los criterios hegemónicos de educación, clase, raza, orientación sexual y capital social y político.
Características por cierto compartidas también por los candidatos masculinos. Y que, sin embargo, debido a que ellos se mueven “naturalizadamente” en este registro de ajedrez, no reciben esa clase de escrutinio.
¿Será que una condición necesaria para desempeñarse con menos trabas en el campo ajedrecístico implica una tendencia a encajar en el molde masculino?
No nos representan ¿Pero qué sí significa su llegada?
Con ello no quiero decir que nos baste con tener candidatas mujeres, y que no sea válido hacer críticas. Pero considero que las exigencias y los escrutinios deben hacerse a las propuestas de todas y todos los aspirantes a un puesto de elección popular. Ese es otro de los rasgos del piso parejo.
Debido a la espectacularización de la política, las propuestas pierden centralidad y cuesta diferenciarlas: importan las personalidades, los personajes.
Pero es fundamental poner en el centro las propuestas políticas más allá de quiénes las presentan.
El ejercicio del voto no puede representar un cheque en blanco solo por tener candidatas mujeres.
Porque el triunfo de Claudia Sheinbaum representa la continuidad de un populismo antidemocrático disfrazado ya no solo de “izquierda”, sino ahora también de “feminista”. Ante eso, si ella gana va a ser necesario más que nunca hacer contrapeso para demandar congruencia con la agenda feminista.
En cambio, deberíamos tener claro que el riesgo del triunfo de una candidata como Xóchitl Gálvez equivaldría a abrirle espacio a la ultraderecha, y puede significar un retroceso en los derechos de las mujeres y niñas y en general, en la de por sí muy desdeñada agenda feminista.
Es por ello por lo que invito desde este artículo Primera presidenta de México: de feminismos y riesgos de la ultraderecha, a no quedarnos solo en la denuncia de la capitalización de los feminismos, argumento recurrente por cierto hasta por gobernantes de la ultraderecha actual latinoamericana, como Javier Milei.
3er acto: Los riesgos de la violencia política en contra de las mujeres y de la ultraderecha antifeminista
El pasado 28 de febrero 2024, el gobierno de Javier Milei prohibió el uso del lenguaje inclusivo y la perspectiva de género en la comunicación de la administración pública en Argentina.
El 29 de febrero Nayib Bukele hizo lo propio al erradicar la perspectiva de género en la educación pública en El Salvador.
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Como ha sido magistralmente explicado por Rita Segato: si las feministas y sus propuestas no fueran importantes, los gobiernos emanados de un golpe de estado duro o blando (democrático), no se tomarían tantas molestias para desmontar los avances en materia de feminismos, derechos de las mujeres y disidencias sexuales.
Esta cruzada en contra de la “Ideología de Género” se trata en última instancia de la defensa del orden heteronormado obligatorio, que descansa en el trabajo no remunerado de los cuidados efectuado por las mujeres y que es necesario para la reproducción del capitalismo actual en su fase de extractivismo exacerbado.
Francia se convirtió el pasado 4 de marzo, en el primer país en el mundo en blindar constitucionalmente el derecho al aborto, con este hecho se posiciona frente a estas iniciativas de la ultraderecha.
Considero fundamental desde una perspectiva feminista tener presente este registro frente a la decisión de voto este 2 de junio.
De igual manera, me parece que conviene observar de cerca las experiencias electorales latinoamericanas, siendo en Argentina la más reciente.
Javier Milei ganó las elecciones con reglas democráticas y en cuanto asumió el poder, se fue en contra de las reglas del juego mediante el cual llegó al poder.
Primera presidenta de México: de feminismos y riesgos de la ultraderecha
Muchos jóvenes votaron por él seducidxs por una narrativa de supuesta ruptura. Sin embargo, el desengaño ha llegado pronto.
Y he aquí un criterio fundamental a la hora de definir el voto:
¿La opción que decidamos garantiza al menos el respeto de los valores democráticos y posibilita así una disputa política?
De lo contrario, podríamos estar frente al riesgo de dar espacio a la emergencia de personajes con propuestas anti (democráticas, feministas, derechos, comunistas) de la ultraderecha.
Tratándose de candidatas y una presidenta mujer, es necesario observar las acciones de violencia política en contra de las candidatas y de la presidenta electa.
La destitución de la presidenta Dilma Rousseff en el caso de la sucesión de Lula en Brasil, es un claro ejemplo de ello.
Simulación 2024 ¿Elegir, resistir, boicotear? es una provocación que lanzamos desde el año pasado.
Buscamos a varias personas que, como tú, protagonizan pensamientos que no circulan cotidianamente en medios, menos en tiempos de campañas.
Sabemos aquello está privatizado por el dominio adulto, de credenciales, doctorados, likes, youtuberismo y pleitos entre élites que no están abajo. Están por su pastel.
El sentido es abrir la conversación desde otra mirada para si vas a elegir, que conozcas esta palabra. Si vas a resistir, no lo hagas solx y si vas a boicotear: invites.
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¿Te gustó Primera presidenta de México: de feminismos y riesgos de la ultraderecha? El anterior artículo es Las candidatas no me representan; vivo en Otro Mundo Posible

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Celia Magaña
Socióloga feminista. Profesora-investigadora del CUCSH en la Universidad de Guadalajara.
Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad París 1 Panteón-Sorbona. Profesora Investigadora en el Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara. Pertenece al cuerpo académico Estudios laborales y desigualdad social. Sus líneas de investigación son el Género y feminismos latinoamericanos, Género, migraciones y mercado laboral, Política social, pobreza y desigualdad en México y Actores y procesos sociales contemporáneos, y es integrante de la línea de investigación “Política Exterior, Cooperación e Integración Regional”. Su proyecto de investigación vigente es, Feminicidio en México, un concepto de disputa entre las políticas públicas, las reivindicaciones feministas y la cobertura mediática en el contexto del COVID-19.
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