Escribo porque existo: tú
Por: Lina Ramos. Ilustración: Redes. Publicación: 13/02/2023
Acabo de volver de Querétaro otra vez. Fui hace relativamente poco pero me surgió la oportunidad y solo me subí al carro con mi amiga Ana y su hermano, pero esta vez mi experiencia fue muy diferente a las anteriores porque conocí a alguien especial.
Una es dada a pensar que presiente las conexiones significativas. Es probable que esta creencia venga del pensamiento mágico, pero es que esta es de esas veces que parece que mandé a hacer la experiencia que tanto había deseado.
Me topé con una persona que me hizo sentir profunda admiración y me hizo dirigir mi mirada a rincones del universo poco explorados. Caminar con ella de la mano, me hizo sentir segura, especial, valorada, importante.
Me hizo sentir que podía ser yo, que mi personalidad hacía sentido dentro del mundo. Me hizo sentir digna de amor.
El trauma
¿Alguna vez les ha pasado que aunque una persona que aprecian les trata bonito ustedes sienten que en cualquier momento va a pasar algo malo?
Esto es muy común y es producto de un trauma.
Cuando vivimos una situación crítica que sobrepasa nuestra capacidad para resolver problemas, a veces el cuerpo queda asustado por haber experimentado las consecuencias de la ignorancia, así que, por mera supervivencia, comenzamos a relacionar elementos aislados de esa experiencia con alertas de peligro.
Estas señales que interpretamos se relacionan directamente con la impotencia que vivimos en aquella crisis original y nos ayudan a crecer si sabemos escucharlas, pero cuando nos generan problemas de adaptación, de socialización, cuando nos generan angustia constante y en
general cuando representan un obstáculo significativo se le podría clasificar como trauma.
Bajo esta lógica, mi trauma consiste en sentirme insegura cuando le demuestro atracción a alguien, siento que es una bomba de presión que es mejor hacerla explotar ahora y no esperar a que mañana me sorprenda.
¿Quieres leer el artícclo anterior? Escribo porque existo: me amo, cuido mi salud
Tengo miedo del desgaste que me implica moverme desde la vergüenza y la constante autovigilancia, quiero sentirme con seguridad y respetar
mis tiempos, sin importar de quienes me rodee.
Sanar
Dice la terapeuta María Muebra “Que en tu proceso de sanar atraigas a alguien profundo, sensible, empático, consciente, amoroso, apasionado, comunicativo, alguien que te haga tener fe en ti misma y que te haga creer en tu amor propio, alguien que quiera crecer contigo tanto en tus luces como en tus sombras”.
Eso es justamente lo que se necesita para curar el trauma: el eco de una o varias personas que reafirmen la historia que se necesita construir para sanar se vuelve terapéutico.
Yo no sé lo que me va a deparar con esta bella estrella que me topé, vivimos en ciudades diferentes y ambas tenemos muchos proyectos personales.
Lo que sí sé es que mirar a alguien a los ojos y sentir la certeza de que ella desea seas radicalmente tu, es un regalo permanente, es un cimiento profundo que aporta a la construcción de un yo sano.
Tener la oportunidad de demostrarle tu cariño a alguien con una mirada y que ésta te la devuelva como un abrazo profundo a las entrañas, es una herida sanada, es la confirmación de que está bien sentir, que ahora puedo celebrar esas partes de mí que otras personas no pudieron valorar.
Cuando sea grande yo quiero ser como ella, quiero tener voluntad de acero y amor de mariposa, mirada de caricia y garras para defenderme. Quiero decir todo lo que siento, pedir lo que necesito, respetar mis necesidades, apostarle al amor. Apostarle al cuidado.
Jugar desde el gozo
Las personas que nos topamos en el camino son referentes que nos enseñan con el ejemplo que otras formas son posibles y que no son tan lejanas como parecen; nos enseñan que esa manera de habitar el mundo ya vive dentro de nosotras, porque de lo contrario no hubiéramos podido percatarnos de su presencia.
No cabe duda que es imprescindible abrirse a nuevas experiencias para curar el trauma.
Con el miedo difícilmente podemos razonar, al miedo hay que tomarlo de la mano con cariño y mostrarle que ya somos otras personas, más sabias, más fuertes, más astutas.
Para que desaparezca, hay que mostrarle que ya no necesitamos más de sus cuidados, que ahora las experiencias de amor, compasión y ternura representan el centro de la vida.
Cierro con una frase de una película de mi infancia «La Nueva Cenicienta»: «No por miedo a fallar vas a dejar de jugar.»
Psicóloga, feminista y actriz.
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