Escribo porque existo: me amo, cuido de mi salud

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Escribo porque existo: me amo, cuido de mi salud

Por: Lina Ramos. Ilustración: Redes. Fecha de publicación: 9/01/2023

Algunas personas -me atrevería a decir que en las mujeres es más común-, vivimos una ansiedad muy particular cuando sabemos que alguien está molestx con nosotrxs, sobretodo si esa persona es importante.

Hay una molestia en el estómago que arde y un remolino en la mente que le da vueltas y vueltas a las mismas preguntas o a algunos posibles escenarios; otras veces a la emoción, a la expectativa y ésta permanece hasta que nos distraemos momentáneamente o hasta que el problema se resuelve.

Si hay una sensación incómoda en este mundo, es la de la ansiedad después de saber que alguien está molestx contigo y hay una plática pendiente, pero sea por la razón que sea, esa charla no se concreta y una está preocupada por lo que pueda pasar.

Tenemos un problema: el enojo

Para empezar a los hombres se les exige por estereotipo reaccionar con violencia; a las mujeres con mesura, pero en la vida real las manifestaciones de rabia suelen presentarse de variadas y coloridas formas, aunque rara vez nos topamos con alguna asertiva.

El problema con el enojo no es solo porque nos cueste identificar específicamente lo que nos irrita, porque no encontramos las palabras adecuadas para comunicarnos, porque agrandamos o minimizamos el asunto, porque lo sostenemos por demasiado tiempo o porque no lo sostenemos en absoluto.

Este es el lado a del enojo: nos estamos enfocando en quién lo vive y por lo tanto quién lo expresa, pero esta emoción, como cualquier otra es una moneda de dos caras.

El lado b del enojo es el receptor y éste tampoco sabe cómo recibir el enojo ajeno. A veces el receptor se enoja de vuelta porque le parece que el emisor exagera o es injusto, otras veces esta persona acepta sin cuestionar todo lo que se le acusa con tal de terminar con el conflicto lo más pronto posible.

Otras personas al percatarnos de que tenemos un problema con
alguien, lo primero que nos sucede corporalmente es que entramos en estado de shock: el cuerpo y la mente se tensan y los pensamiento se nublan, es como si recibiera un asalto a mi tranquilidad.

Para leer el artículo anterior Escribo porque existo: Qué vivan los cuerpos insumisos

De repente olvido qué estaba diciendo, qué era lo que iba a hacer o decir, no puedo enfocar mi mirada, noto que mis manos se tocan entre ellas y mi postura se cierra.

Si el motivo de la tensión no queda claro me pregunto: ¿Qué hice mal? ¿Mi error detonará el fin de la amistad, ¿Mi compañía vale la pena?

Bajarle a la ansiedad

Afortunadamente en la actualidad todo esto me sucede con menor intensidad que antes y te voy a compartir algunas ideas que me ayudaron.

Primero, comencé a asumir que en la vida de las personas pasan demasiadas cosas, muchas de ellas les absorben su atención y energía, no solo nuestro conflicto, por lo que está bien que tarden en comunicarse.

Otra cuestión, es comprender que en la mayoría de las ocasiones la reacción de las personas ante el problema tiene más que ver con cómo es su propia personalidad y han aprendido a lidiar con los retos de la cotidianidad.

¿Cómo comprobarlo? Por ejemplo: ¿Recuerdas alguna vez que estabas contando un chiste o una historia a un grupo y todxs reaccionaron distinto?

Algunxs se muestran serixs, otrxs sonríen, otrxs se miran entre sí, otrxs se distraen. Cada quien reacciona diferente porque escucha la misma historia desde lados diferentes, porque cada quién la interioriza como cada quien puede y quiere, suelta lo que no le pertenece.

También he tenido que reconocer mis propias heridas, cómo y desde cuándo he aprendido a lidiar con la molestia ajena de ésta forma y no de otra, comprender a el malestar que emerge en mí tiene más que ver conmigo que con lo que me hacen o me dicen.

Más tips

Comprender que la experiencia es mía y mi rango de acción aumenta. Puedo dejar de culpar al otro de mi angustia solo entonces puedo preguntarme ¿Qué es lo que yo necesito para navegar en el malestar?

La mayoría de las veces me alivia conversar con una persona que me ayuda a regresar a mi centro, a recordar que sigo siendo una persona
amada aunque cometa errores, porque las únicas personas que no se equivocan son las que no hacen nada.

También me sirve trabajar o escribir o ver una serie que me guste mucho o, dependiendo el caso, comunicarle a la persona que está molesta conmigo mi necesidad de claridad para facilitar el diálogo.

Necesitamos personas que sepan organizar su rabia para defender su alegría, pero también necesitamos personas que sepan lidiar con la presión de que un ser amado esté en conflicto con algo que hicimos o dijimos.

Necesitamos aprender a observar nuestros errores con amor, porque paradójicamente cuando una persona se acepta en totalidad, es
cuando puede cambiar.

Tenemos que aceptar que las personas van a tomar sus propias decisiones, que a veces la gente necesita descansar de nosotrxs, que las relaciones se fortalecen cuando solucionamos conflictos, no cuando no hay ninguno.

Aceptemos que algunxs seres amados pueden decidir no amarnos más y eso jamás va a definir nuestro valor como persona. Eso es amarnos y cuidarnos.

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Psicóloga, feminista y actriz.

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