Escribo porque existo: de amor y sexo-afecto

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Escribo porque existo: de amor y sexo-afecto

Por: Lina Ramos. Ilustración: Archivo. 08 mayo 2023

¿Qué es amor y que es deseo? ¿El deseo es compatible con el amor? ¿El fin del deseo es el deseo en sí mismo? ¿Cómo saber si quieres a esa persona por quien es y no por lo que te da? Cuando te enamoras: ¿Te gusta tu pareja, te gustas a ti mismo o te gustan las ilusiones que te creas?

Muy estudiado está este tema de las relaciones sexo-afectivas, tenemos mucha más información que antes; nos podemos percatar que la persona que nos atrae dice más de nosotrxs mismxs que de las cualidades o defectos que esa persona tenga.

Sabemos que el enamoramiento es un proceso biológico y bioquímico en la que se producen niveles elevados de dopamina gracias al Sistema de Recompensa.

Este sistema es en el área del cerebro directamente responsable de cualquier tipo de adicción y con ello podemos percatarnos de un elevado interés hacia una persona en específico con la que queremos pasar el mayor tiempo posible.

Hay nervios, expectativas de reciprocidad y temor al rechazo. Profunda admiración, una experiencia extrema de goce y miedo a perderlo.

Enamoramiento, un misterio

Para mi lo más importante e interesante del enamoramiento no es lo cuantificable del tema, es el hecho de que por más que intentemos develar los secretos de esta experiencia.

Por más común que sea y por más poemas, canciones, discusiones científicas o casuales que se den, la experiencia de compartirse íntimamente mediante el deseo sexual y la búsqueda profunda de la intimidad sigue siendo un misterio.

El mundo sexo-afectivo tiene más preguntas que respuestas y probablemente siempre sea así.

Dice una canción “amar con habilidad nunca ha sido posible”. Amar nos abre el pecho y de él brotan sensaciones, recuerdos, deseos, miedos.

Para mi, vincularme con alguien de esta manera se siente como si metiera mi cabeza en un balde de agua helada.

Es un proceso intenso, en parte doloroso, en parte formativo, en parte exquisito.

Enamorarse es adictivo y no es necesario hacer estudios científicos para comprobarlo, te puedes dar cuenta cuando estás esperando a que esa persona te conteste un mensaje y se vuelve difícil concentrarse en algo más.

Cuando sientes una explosión de emoción al encontrarte una vez más con esa persona o nos damos cuenta cuando experimentamos el profundo dolor de la separación.

Vivir en pareja

Hace muchos años en un duelo muy complicado que viví, imaginé que esa persona era una figura de múltiples lados hechos por espejos que reflejan aspectos muy profundos de mi que estoy obligada a confrontar para lograr trascender todo lo que esa persona despertó en mí ¿o es todo lo que yo desperté en mí gracias a la proyección que hice hacia esa persona?

Considero que mi manera de relacionarme en pareja tiene mucho que aprender de cómo me relaciono con mis amistades.

Admiro mi capacidad para conectar con mis amigas, cómo es que genero un lazo de conexión profundo en el que me siento importante, protegida, amada, comprendida.

Ser amiga me permite proteger mi espacio personal porque no estoy lidiando con una adicción, puedo vincularme desde la paz, desde lo más hermoso de mí.

¿Por qué no puedo hacer lo mismo con mis parejas: conocer la mejor versión de mí, mi paciencia?

¿Por qué tengo que lidiar con la ansiedad de comprobar que la persona que me gusta desee construir un proyecto conmigo tan ambicioso y transgresor para la vida cotidiana?

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Escribo esto y me respondo a mí misma: porque es adictivo y porque a pesar de la cara b del enamoramiento, la unión de dos personas que se encuentran, se admiran y buscan cuidarse y respetarse es como sembrar un árbol grande y frondoso que llena de vida a todo el entorno.

Da sombra, alimento, refugio y consuelo, incluso cuando la relación termina porque lo cultivado en el corazón de cada amante está hecho para trascender, para madurar, para cuidar más allá de una hermosa sonrisa, de un olor embriagante, del orgullo de caminar de la mano con ese ser casi místico.

De compartir cama, orgasmos, secretos, olores, promesas. Se trata de la búsqueda incansable por aprender a amar, a trascender y a multiplicar y estoy casi segura de que ésta búsqueda no tiene fin, es un proceso eterno en el que el camino en sí mismo es el destino.

Es la reinvención eterna del yo que responde algunas preguntas y crea infinitas más.

Puedes leer la entrega anterior aquí.

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Psicóloga, feminista y actriz.

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