Escribo porque existo: Te invito a volar.
Hace unos días estuve en Querétaro y la mayor parte del tiempo la pasé con Ana, una de mis mejores amigas.
Ella ahora tiene una pareja y lxs tres desayunábamos algo rico y saludable cocinado por él; un día hicimos yoga, escuchábamos música y por las noches salíamos a divertirnos de alguna forma.
En la noche veía una película de terror en la sala, mientras mi amiga se dormía empezados los primeros cinco minutos; a mi me daba sueño un
poco más tarde, pero al final apagaba la película a la mitad y me subía a la cama de mi amiga a dormir. Ella se quedaba en la sala a deseo personal.
En ese tiempo ella trabajó algunos días y yo organizaba mis consultas para que estuviéramos ocupadas a la misma hora y tener el mayor tiempo de calidad juntas.
Cuando llegué, mi cuerpo estaba muy tenso, me taladraba la sensación de estar estorbando, de ocupar demasiado espacio, sentía que tenía que pedir permiso para todo e irme lo más rápido posible para no incomodar; no me ayudaba que Ana estaba muy tensa porque iba a tener un examen de inglés. En general se sentía enojada y triste.
Me fui a la Ciudad de México unos días con una tía. Cuando era tiempo de volver a Querétaro según lo planeado, me atreví a hablar con Ana sobre cómo me sentía y qué era lo que yo necesitaba.
Aquí lees el anterior artículo de opinión Escribo porque existo: aprender a convivir con el deseo
Para mi fue un alivio recibir una respuesta directa y cuidadosa de su parte sin sacar de la ecuación la molestia y los cuidados que ella también necesita.
Escribo porque existo: Te invito a volar
Eso me hizo dar un salto de fe y regresar con ella: tenía la sensación de que mi incomodidad no era producto de no ser bienvenida, sino del miedo con el que vivo en mi cotidianidad.
Pasados los días a mi regreso a Querétaro, el cuerpo estaba relajado, todo lo que quería decir lo decía, mi espalda estaba recta, las sesiones de trabajo dando acompañamiento psicológico se desarrollaron excelentemente.
Regreso a mi cotidianidad y enseguida me duele la cabeza, me siento triste. Las ideas amorosas y de autocuidado se debilitan y siento una mezcla de frustración, tristeza e ira contenida.
Necesito trabajar y mi mente pesa, me da comezón en todo el cuerpo, hay peleas espontáneas a mi alrededor que me consumen y busco distraerme con música o saliendo; a veces no lo logro y lo vivo todo con el corazón en la mano.
El contexto en el que nos desarrollamos no influye en nosotrxs, más bien nos construye, nos forma.
Es imposible ser unx solx en lo individual, somos el promedio de las personas que están a nuestro alrededor.
Las personas se mimetizan por mero acto de supervivencia, es un hecho biológico adaptativo.
Los núcleos
Minuchin fue un psicólogo argentino creador del modelo sistémico estructural. Su teoría establece que la familia está cimentada por un conjunto de demandas invisibles que organizan a los miembros de ésta.
Un sistema que demanda actitudes que se desfasan de las necesidades individuales de lxs miembros boicotea su desarrollo personal, lo que puede ocasionar una ruptura del sistema, ya que no está fungiendo su función de protección y adaptación a la cultura.
Hay un punto natural en la vida de cualquier persona en la que requiere dejar el nido, formar su propio hogar y establecer su nuevo sistema, ya sea en solitario, con una pareja, con amigxs, etcétera.
Ese momento está llegando para mi, tengo bastante tiempo dándome cuenta pero con este último viaje lo confirmé: mis deseos y mi corazón no caben en mi espacio de residencia actual, lo que me hace feliz no termina de tener sentido en mi hasta ahora espacio. Es momento de volar.
Volar por amor a mí, porque decidí que esta vida tenía que acercarse lo más posible a la coherencia que trae paz y sentido de existencia.
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Volar por amor a lxs demás porque para mi no es posible sostener una dinámica que amarga el alma.
Es momento de volar, de planear, de florecer.
Ilustrtación: Imgur. Fecha de publicación: 26 de septiembre 2022
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Psicóloga, feminista y actriz.
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