Una década de autodefensas en Michoacán; los encarcelados junto a Mireles

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Una década de autodefensas en Michoacán; los encarcelados junto a Mireles

Por: Rogelio Ramos. Foto: Jade Ramírez. Fecha: 1 de julio 2024

“Porque días llegarán en que la sangre de los
sacrificados inundará la conciencia del tiempo”

Ramón Martínez Ocaranz

Crímenes de los Templarios, el primer detonante

En junio de 2014 cuando lo apresaron, Marco tenía 22 años. Había nacido en Otlán, Jalisco, pero desde los cinco vivía con su madre en Coalcomán, Michoacán.

Las cosas con la inseguridad habían comenzado a complicarse pero en 2013 de plano se fue todo al carajo para él y su familia.

Ya antes habían matado a su tío José pero la zarpa templaria les cayó con más brutalidad el 2 de diciembre, ese mismo año.

Sucedió cuando su hermano, de 18 años, y su tía, de 25, viajaban juntos con rumbo a Colima. Un grupo de hombres armados los interceptó cuando pasaban por una ranchería.

A ella la bajaron primero del carro a jalones, ante los gritos impotentes del muchacho. Ahí mismo le arrancaron la ropa, la violaron entre tres y la golpearon hasta que cayó inconsciente.

Uno de los sicarios se acercó y lo mató de un disparo, le clavaron un cuchillo una cartulina y arrojaron su cuerpo sobre la muchacha. Escribieron: “Eso les pasa por soplones”.

Sobre la familia pesaban varias amenazas todas sin fundamento, los templarios los condenaron por negarse a pagar las cuotas exigidas.

Los criminales se fueron contra un primo de Marco que recién había regresado de los Estados Unidos, también se negó.

No tardaron en perpetrar la represalia: al primo lo levantaron.

Cuando la familia de Marco encontró su cuerpo no tenía testículos ni el ojo derecho, lengua, una oreja, ni ninguno de los dedos de las manos.

Jorge rondaba los 19 años cuando le pusieron las esposas y lo llevaron a empujones a una camioneta de la policía en el 2014.

Nació en Chucutitán, un rancho a unos 30 kilómetros de Lázaro Cárdenas. Era albañil y le tocó vivir en carne propia el acoso templario.

Una tarde vio cómo la gente que mandaba “El Bigote” le ponía a su abuelo una pistola en la sien, obligándolo a arrodillarse. Querían que les entregara una camioneta que había comprado recientemente.

Era el año 2010, y, gracias a la intervención de un conocido pudo negociar el asunto.

Ante cuotas, autodefenderse

Los delincuentes compensaron lo perdido con lo que pudieron sacarle a un tío de Jorge, a quien obligaron a pagar una cuota bajo amenazas.

Más tarde le pidieron un millón de pesos que el señor se negó a pagar. Estaba consciente de lo que eso implicaba y se preparó para las consecuencias.

El día que llegaron por él los recibió a balazos, pero traían más armas y no pudo con todos, ahí lo mataron.

Le dieron un tiro de gracia en la frente y aventaron su cadáver en una laguna cerca de Playa Azul. Apareció flotando cuatro días después.

Ricardo tenía 26 años cuando le cayeron encima los federales en aquel sexto mes de 2014. Entonces vivía en Caleta de Campos, trabajaba como campesino.

Un grupo de hombres armados de “El Chabelo” el jefe templario del pueblo, se presentó donde vivía con sus padres y otros hermanos.

El delincuente les dijo que una hermana de ellos, emigrada desde hace algunos años a Estados Unidos, le debía 15 mil dólares.

Le respondieron que, si aquello era cierto, ellos no podían pagarlo. Días después levantaron a uno de sus hermanos en el tramo Caleta-Chuquiapan.

Días después un campesino de una localidad cercana les dijo haber visto que en una brecha torturaron a alguien.

Fue así como junto a cuatro policías federales encontraron su cuerpo quemado y parcialmente enterrado. Lo reconocieron gracias a lo que quedó de una credencial para votar.

Masivo hartazgo de Los Templarios

Son innumerables las causas que impulsaron el surgimiento de los grupos de autodefensas en Michoacán entre los años 2013 y 2014.

Remiten a un hartazgo legítimo frente a un acoso criminal que germinó y se agigantó por la complicidad de las autoridades.

Los más temidos: el Chabelo, el Gori, el Bigote, el Quinientos, están ligados a nombres y apellidos de políticos.

También a empresarios sin cuyos medios y canales la explosión de la delincuencia no puede entenderse.

Crimen organizado, Estado y empresarios son la trilogía que en Michoacán alimenta y aceita la máquina del desarrollo.

Esas fuerzas en tensiones los años posteriores a Felipe Calderón, sacudieron al Michoacán habituado a vivir violencia por encima de la media nacional.

Los testimonios que abren este artículo estavieron entre los 82 hombres apresados junto a José Manuel Mireles el 27 de junio de 2014, en La Mira, Michoacán.

Mireles, se sabe, estuvo rodeado de perfiles tan variopintos como lo es el propio crisol social de la Tierra Caliente y de la Sierra-Costa michoacanas.

Neoliberalismo: cárcel, fosa o fuego

Los de ese encarcelamiento en su mayoría venían del yugo templario: violaciones sexuales, hermanos muertos, padres torturados, sobrinos desaparecidos, madres amenazadas, casas arrebatadas.

La desesperación y una añeja imposibilidad de acceso a los canales institucionales, no dejó otro camino que organizarse.

Un esquema lógico considerando que, como apunta Salvador Maldonado (2014), el narcotráfico es la cristalización de la misma organización económica, política y social de las poblaciones y sus mercados.

El problema fue que la declaraciónd de guerra al narco de Calderón en 2007 que rompió los equilibrios de esa gobernanza político-criminal.

Frente a las autodefensas el Gobierno Federal adoptó una actitud errática.

Las posturas de políticos y funcionarios del régimen oscilaban entre el silencio, la simpatía y la condena.

Finalmente, la ambivalencia y el pragmatismo se impusieron como la constante que guio el proceder de las autoridades (Guerra Manzo, 2015).

Gobierno federal, juez sumario

El gobierno se reservó el derecho de clasificar a buenos y malos de acuerdo con sus propios intereses.

Hipólito Mora y José Manuel Mireles, los líderes más radicales y reacios a la negociación, fueron separados del resto.

Sus liderazgos ostentaron la capacidad de aglutinar la indignación social que amenazaba los intereses de la plutocracia de vocación capitalista sin distancia de la criminal.

La estrategia de paz fue la de reordenar la relación Estado-Contrainsurgencia, calmar la superficie e inhibir el incendio que se extendía por todo Michoacán.

Como corolario vendría el manotazo gubernamental: el castigo ejemplar a los rebeldes que se negaron a las decisiones de la Peña Nieto.

Al gobierno no le preocupaban las causas del problema su interés estaba como señaló en su momento Martha Olivia Arias: montar la ilusión de la “vuelta a la normalidad”.

El brote de las autodefensas significaba para el Estado en franco despliegue neoliberal, una amenaza para las reformas estructurales que remataban el patrimonio nacional.

La emboscada a Mireles

No fue casualidad que el arresto de Mireles ocurriera en la zona costera, donde se concentran las hegemonías industrial y política que controlan el desarrollo de la región.

El arresto fue una puñalada a traición para quienes, con todo y sus contraluces, se habían encargado de hacer lo que el gobierno no hacía, proveer seguridad y defender a la población frente al embate criminal.

A Mireles -se dijo- lo convocó la gente de La Mira y de Acalpican para que les ayudara a constituir su consejo de autodefensa.

De ahí se lanzarían sobre el puerto de Lázaro Cárdenas y, si todo salía bien, enderezarían después baterías rumbo a la capital.

Fue el propio Mireles quien invitó a ese mismo acto a los grupos de autodefensa de los pueblos vecinos.

Algunos aceptaron con recelo el mes anterior, una patrulla militar había intentado llevarse a los pobladores de Caleta de Campos que hacía guardia en su barricada.

La población salió a defenderlos y frustró el intento, pero en La Mira las cosas iban a ser distintas.

Dicen que eran como 600 entre militares, federales, marinos y ministeriales los que rodearon aquella tarde el pueblo.

Hablan del sobrevuelo de un helicóptero merodeando a pocos metros del suelo como primer mal augurio.

Recuerdan que, caído el doctor, sonaron balazos y hubo persecuciones en algunos barrios de la localidad.

Primero confusión luego tortura

Dicen que no fue la falta de valor sino la confusión, lo que neutralizó la reacción de los jóvenes convocados por la carismática figura de Mireles.

Los 82 hombres detenidos ese día no se les olvida el calor de la costa haciendo hervir el fierro de las cajas de las camionetas a donde fueron arrojados con las manos atadas, como pacas en montones.

Ahí, expuestos deliberadamente a padecer un sol lacerante, quedaron muchachos y hombres adultos con el cuerpo machacado a patadas y cachazos, con los músculos punzantes, con huesos rotos, con pómulos tumefactos.

Empezó la tortura, como el castigo estatal; comenzó a destilar, lenta y contundentemente sus efectos.

Luego de un par de horas los vehículos se pusieron en movimiento.

La primera parada fue en el Ministerio Público de Lázaro Cárdenas.

Los que antes habían podido esconder entre los calzoncillos el dinero que traían, lo perdieron en ese lugar a manos de policías y funcionarios sátrapas que se los arrebataron sin dejar, claramente, constancia de su existencia en documento alguno.

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Autodefensas al calabozo

Para varios de los detenidos, como Martín, aquel fue un golpe duro.

Ese mismo día había vendido su cosecha de mango y los ministeriales le robaron los 30 mil pesos del pago que llevaba en los bolsillos de su pantalón.

Los obligaron a hacer una fila. Quienes aún conservaban su teléfono celular ahí lo perdieron también.

Se dirigían a Morelia y llegaron de madrugada. En la Procuraduría había algunos reporteros que esperaban a Mireles, pero entre los detenidos nadie sabía de él ni de sus escoltas. Para la mayoría, aquella tarde fue la última vez en verlo.

Los metieron al edificio, esta vez los separaron en pequeñas celdas. Comenzaban la rendición de declaraciones.

La naturaleza carroñera de los coyotes de la Procuraduría se puso entonces en acto y funcionarios de grados menores, sin identificación, comenzaron a rondar a los detenidos que aguardaban su turno.

¡Ey tú! 50 mil pesos para que te toque arma corta, les gritaban. A la mirada extrañada de los interpelados, el oferente alargaba un poco la explicación:

Es que si te toca arma larga no alcanzas fianza. Por eso, con 50 mil lo arreglas, pero me tienes que dar ahorita la mitad. Si me dices que sí, ahorita pido para que te dejen hacer una llamada, pero tiene que ser ya

Traición del Gobierno de Peña Nieto

Al declarar todo era más claro: las acusaciones que el Gobierno Estatal y el Federal les imputaba, incluyó los delitos de portación de armas y explosivos de uso exclusivo del ejército.

El parte policial hablaba del hallazgo de armas largas e, incluso, drogas en los vehículos decomisados, un burdo montaje del Comisionado para la pacificación de Michoacán, Alfredo Castillo Cervantes.

Tras cumplir con los trámites de rigor, quedó formalmente inaugurada la sujeción de los detenidos al patíbulo carcelario.

El sábado 28 de junio, los 82 procesados se estrenarían como reclusos de prisiones como las de todo el país: mitad pocilga y mitad matadero.

A la dureza de la reclusión se sumó que los autodefensas coincidían con los miembros de los grupos criminales, que ellos mismos habían perseguido meses atrás.

Autodefensa y Templarios en el mismo encierro

Autodefensas y templarios volvían a verse las caras como alfiles sobre el tablero de un sistema que mueve a su antojo las piezas.

Las rejas de la prisión -como escribió Revueltas- recreaban también las de la vida, las de la existencia.

A pesar de todo, en aquellas primeras semanas luego del encarcelamiento, los bríos del carácter calentano y serrano no dejaban de mantenerse a flote.

Muchos de quienes estaban ahora presos habían comenzado a cazar por su cuenta templarios, aun antes de que Mora y Mireles se levantaran en armas.

Ya como parte de los grupos de autodefensa su valor tampoco se había echado en falta.

Eso no cambió durante los primeros meses de prisión, cuando aún se escuchaban entre los detenidos relatos y anécdotas imbuidos de tonos heroicos y grandilocuentes.

¿Te acuerdas aquella vez que te paraste en medio de la carretera tu solo y de siete balazos hiciste correr a tres camionetas?

…Desde que estoy con las autodefensas me han tocado doce encuentros contra sicarios. Para eso se enlista uno oiga, para eso ofrece la vida, para limpiar nuestra tierra

Javier de 27 años y Martín 48 años

Quizá porque abrigaban esperanzas de salir pronto, quizá porque no creían, al menos así lo cuestionaban: “ahora resulta que es delito defenderse”.

Como dice el antropólogo Salvador Maldonado, en la Costa y la Tierra Caliente de Michoacán, los autodefensas se construyeron en oposición permanente al Estado.

Honorable definirse autodefensa

En los primeros meses de prisión muchos declaraban orgullosos su filiación como autodefensas.

Nunca dejaré de ser autodefensa hasta que cambien las cosas y tengamos nuevas formas de gobierno y se respete al pueblo. Estoy consciente de que tengo en riesgo mi vida, pero no me asusta, la justicia vale mucho más y por ella seguiremos luchando. Soy autodefensa y siempre lo seré.

José, 31 años

“Yo por mi parte le digo que no descansaré hasta que capturemos al asesino de mi hermano, que aún anda libre, por eso y todo lo que ha pasado soy autodefensa, declaró Alfredo de 28 años.

Me integré al movimiento de las autodefensas con total compromiso y firme decisión de hacer justicia y alcanzarla también para mi familia. Cuando me enteré del movimiento me trasladé de Colima capital para organizarme y hacer conciencia en la gente. Veo que nuestro país sigue en picada y lo tenemos que levantar pueblo a pueblo, por el bien de nuestros hijos. Por eso soy autodefensa, porque debemos de imponer un nuevo orden y nuevas esperanzas a favor de nuestros hijos y los de México entero.

Martín, 48 años

Todos hemos sido víctimas de extorsión, teníamos que pagarles a los templarios si vendíamos un puerco, un chivo, una vaquita. Así es que cuando nos dimos cuenta que en Tepalcatepec se habían levantado en armas, nosotros en Caleta y en toda la Costa nos preparamos para hacer nuestra propia defensa. Le entramos de frente cuatro hijos y yo, y mire, aunque usted me vea viejo, nosotros estamos dispuestos a morirnos en esta lucha si es necesario. Vamos a seguir luchando, contó Carlos de 56 años.

Autodefensas sin abogados ni esperanza

La suerte de estas personas apenas comenzaba a resentir el tránsito por el tortuoso aparato de justicia estatal.

Estaban lejos de sus familias y era imposible costear los gastos del pasaje desde la costa a Morelia.

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Eso complicó al extremo las posibilidades de contactar con abogados que pudieran encargarse de la defensa de los reos.

La detención no solamente rompía la columna vertebral de un movimiento armado, también atacó la moral de pueblos que encontraron en la autodefensa, la última garantía de seguridad.

Pueblos como Caleta de Campos quedaron entonces en el más completo desamparo.

Las mujeres luego del encarcelamiento, comenzaron a realizar eventos en favor de los detenidos.

Salían a la plaza con sus fotos, denunciaron la traición de Alfredo Castillo y se fajaron las armas; ocuparon las barricadas.

Hasta que los criminales volvieron ahora impulsados por la venganza y sin obstáculos.

En aquel verano de 2014 mataron a Ponciano Reyes Farías, líder de la autodefensa de Chucutitán. También atacaron El Bejuco, y endurecieron el control sobre pueblos como la Coralilla, playa Nexpa y Las Peñas.

Luchadores sin acceso a la justicia

Ignorantes de los procedimientos legales e impedidos económicamente, los presos quedaron a merced de abogados y políticos mercenarios.

Una abogada de Apatzingán fue en busca de los familiares: pidió a cada uno 15 mil pesos para los primeros trámites.

Algunas madres se endeudaron y al buscarla para pedirle información sobre los detenidos, nunca respondía las llamadas. Se esfumó.

En enero de 2014, los mexicanos tenían una mejor opinión de las autodefensas que de las autoridades según la casa encuestadora Parametría.

Legalmente había varias posibilidades para que los detenidos obtuvieran la libertad.

El expediente 132/2014 radicado en el Juzgado Sexto de Distrito en Uruapan, donde se concentraban los procesos de todos, desbordaba deficiencias y falsedades.

Cuando el oficial que en ese documento aparecía como principal responsable del operativo diocsu testimonio, este no reconoció como suya la firma ahí consignada.

Aseguró que, aunque su nombre en el parte policial así le correspondía, él ni siquiera había participado en el operativo.

En cualquier otro proceso esa anomalía habría dado por concluido el asunto, pero las cosas son distintas cuando hay de por medio una consigna procedente de las cumbres del poder estatal.

La reorganización del «otro gobierno»

Un año después de la detención, varias de sus familias habían abandonado sus lugares de residencia a otros estados o salido del país.

El contacto permanente entre autodefensas y templarios llevó a que los acuerdos de convivencia del cautiverio se convirtieran en algo más y se fueron estrechando con el tiempo.

Viejos paisanos, vecinos e incluso familiares, quedaron divididos por el cisma social que a unos colocó del lado de los criminales y a otros de sus combatientes.

No se trataba de una simple paz carcelaria, sino del establecimiento de nuevos tratos que significaron un relanzamiento de la gobernanza criminal en varios pueblos.

En abril de 2017 el gobierno de Silvano Aureoles ordenó el cierre del CERESO Francisco J. Múgica en Morelia; trasladó arbitrariamente a todos los presos al Centro Penitenciario David Franco Rodríguez, afuera de la ciudad: otros grupos tanto de templarios como de autodefensas, se encontraban.

Autodefensas con abogados templarios

Se terminó de agotar la paciencia de entregar dinero a cambio de promesas legales y exploraron otras alternativas con los abogados de los templarios.

El otro factor fueron los abogados abusivos que aparecían más en los medios que en los juzgados y el fraudulento grupo de coyotes del Estado de México enviados -se rumoraba-, por el Comisionado Alfredo Castillo.

Los «abogados de la maña» demostraron una mayor eficacia y sus clientes comenzaron a salir libres antes.

El tamaño de esas contradicciones fue un duro golpe de realidad para los autodefensas que se sabían inocentes y los barrotes les seguían recordando, era sería simple.

Había una serie de ventajas adicionales para quienes se acercaron a los grupos templarios: el ofrecimiento de pagar los servicios legales con trabajo y colaborar con el cartel a cambio de la libertad.

Eso significó dos cosas: se limaban asperezas que ayudaban a que los jefes de plaza -libres en buscaba de venganza- perdonaran o canjearan los castigos por algún tipo de servicio.

También era la posibilidad de asegurar una fuente de ingresos sumamente útil para paliar la crisis económica; iba a ser muy difícil conseguir en el «mercado formal».

Células delictivas nacen en el CERESO

Para el cuarto año de prisión varios entre los más jóvenes trabajaban ya abiertamente para alguno de los grupos controlados o asociados a los templarios dentro de los penales, como: los tecatos, que manejan hasta hoy el tráfico de heroína y otras drogas dentro del CERESO Mil Cumbres.

En algunos de estos casos, los autodefensas recién integrados a esos grupos, alcanzaron con el tiempo posiciones de poder importantes dentro de la organización.

El lugar común dice que la cárcel enseña a los internos a comportarse como criminales, y, en estos casos, los jóvenes no sólo lo habían aprendido, se volvieron maestros.

Quienes a pesar de todo mantuvieron alguna distancia frente a los criminales dentro de las cárceles, volvieron a los pueblos donde los templarios controlaban todo de nuevo.

Varios que cargaban con amenazas de estos últimos, tuvieron que irse en definitiva a riesgo de perder la vida o la de su familia. Otros, por valor o porque no tenían más opciones, decidieron enfrentar esa posibilidad, y acabaron muertos en los rincones de la sierra, brechas o las dunas de playas.

A cuidar monocultivo y la mina del cártel

Las autodefensas parecen ya una historia hecha de fantasmas, breves recuerdos que hacían aflorar fugaces sonrisas.

A diez años de aquellos eventos, está todo más claro: nunca hubo la voluntad de acabar con el flagelo de las mafias, sino de reacomodar los poderes de los que se beneficia un gobierno a cargo de territorios excepcionalmente dotados de bienes naturales.

Ahí están la feroz agroindustria, los proyectos mineros, los puertos de altura, la ganadería extensiva, controlados todos por metapoderes que no han dejado de drenar la naturaleza y los territorios michoacanos.

Persiste la desigualdad y la pobreza, los récords de homicidios superándose año con año; los de desaparecidos.

Sobrevivientes son el testimonio de la brutalidad con la que operan los poderes del Estado neoliberal y su brazo armado: el crimen organizado.

La cárcel, dice Elías Neuman (2004), es un microcosmos en donde se recrean las relaciones sociales de dominación. En Michoacán, los presidios fueron el instrumento coercitivo para obligar, mediante la violencia de la reclusión, a aceptar el orden de las cosas como algo inamovible.

Quienes cuatro o cinco años antes combatieron criminales, volvían de este modo, a ser nuevamente sus víctimas bajo diferentes siglas porque se anunció «el fin de los Caballeros Templarios».

Lo que queda

La mancha de la sangre por costas y serranías indeleble.

Una geografía de dolor que define más que nunca a quienes contribuyeron a construir la historia de Michoacán de los últimos diez años.

También los testimonios de autodefensas que no aparecerán en diarios ni reportajes, pero que dejan sembrada una semilla de dignidad y coraje capaz de germinar.

Sus encarcelamientos y muertes son un entramado histórico de múltiples violencias, junto a la capacidad de resistir ante las ficciones estatales enmascaradas de izquierda o derecha anunciando las cosas en Michoacán «marchan bien».

Aun y con sus múltiples claroscuros y contradicciones, la idea de gestas populares enarboladas para proveer amparo a la población, sigue siendo un poderoso mensaje político en la identidad y en la historia de Michoacán.

Hay, por tanto, en el testamento de las autodefensas, un capital inflamable.

A diez años de su nacimiento y muerte, las autodefensas siguen siendo objeto de interpretación y análisis.

No se sabe qué rumbo hubieran tomado las cosas, de no ser por las mandíbulas del gobierno que trituraron hasta la última reminiscencia de aquellos afanes.

Queda la curiosidad lista para extraer respuestas.

** Los testimonios fueron obtenidos entre julio de 2014 y diciembre de 2018.

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Rogelio Ramos Torres
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Doctor en Antropología Social y maestro en Estudios Políticos y Sociales. Interesado en el estudio de las dimensiones políticas y las dinámicas del poder en los procesos de desastre, las violencias y los conflictos socioambientales, especialmente en contextos costeros.

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Soy radialista, periodista autodidacta y defensora de derechos humanos.

Autora de Radiografía de la música callejera en 2001, mi iniciación al paisaje sonoro. Gané la Bienal Internacional de Radio en tres ocasiones: radio-arte, radio indigenista y en mesa de debate. Premio Internacional de Periodismo Rey de España en 2008; finalista en 2007 y 2009 del Premio Fundación Nuevo Periodismo por radiorreportajes sobre violaciones a los derechos humanos atravesados por el eje cultura.

Becaria de la Fundación PRENDE en la universidad Ibero y becaria Connectas. Oficial de Libertad de Expresión en la Red de Periodistas de a Pie de 2015 a 2021.

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