Las reformas estructurales en México no sólo desprotegieron al campo sino que incentivaron el narcotrafico que el Estado asegura combatir. Las actividades criminales que derivan de la amapola florecieron como una respuesta a las políticas transexenales
CIUDAD DE MÉXICO.- En 60 años México se convirtió en el segundo productor de amapola en el mundo. No lo hizo solo, sino a la sombra del Estado.
Las seis generaciones de sembradores de amapola en el Triángulo Dorado, Chihuahua, Durango y Sinaloa y las cuatro en Guerrero comparten condiciones de abandono de las políticas públicas de Estado que deben garantizar condiciones de educación, salud, apoyos sociales para el desarrollo. También viven en territorios armados que durante estas décadas han padecido procesos de desplazamientos forzados, desapariciones y homicidios.
Una de las revelaciones de Proyecto Amapola. Las deudas del opio, una iniciativa conjunta entre Noria Research, Center for US-Mexican Studies de La Universidad de California y México Unido contra la Delincuencia (MUCD), Revista Espejo y Pie de Página, explica cómo el país a través de sus reformas estructurales no sólo desprotegió al campo sino que incentivó al narcotráfico que asegura combatir.
Texto: Vania Pigeonutt
Fotos: Marcos Vizcarra
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